Desde 2018 Estados Unidos logró su autoabastecimiento petrolero a partir de la explotación mediante el fracking para crudos no convencionales. Respecto a al tema nuclear, en abril de 2020 Irán se habrá convertido en el cuarto país en producir isótopos estables en el mundo.

 

Donald Tump dice que no le interesa el petróleo de Irán, y quizá sea cierto que hoy ese tema no es la prioridad número uno, pero es curioso que cuando hay guerras, invasiones, ataques o golpes institucionales con apoyo externo se producen, siempre, no en reservorios de rabanitos, como dijera Eduardo Galeano, sino de bienes minerales o energéticos.

 

Lo saben muchos países como Siria, Libia, Bolivia, Venezuela. Lo sufrió el propio Irán, que vivió su drama cuando el presidente democrático Mohammad Mosaddegh, que entre otras tareas soberanas había nacionalizado el petróleo, fue derrocado en 1953 por un conjunto de intereses anglo-estadounideneses que pusieron como títere al sha Reza Pahlevi. Recién después de un cuarto de siglo y millones de toneladas de crudo saqueadas, con la revolución de los ayatolas se terminó ese ciclo.

 

Con reservas en torno a 150 mil millones de barriles de crudo, Irán es uno de los cuatro mayores tenedores de petróleo del mundo, detrás de Venezuela, Arabia Saudita y Canadá, según cifras de la Administración de Información Energética de Estados Unidos. En cuanto a producción, es el octavo a escala planetaria con 2,4 millones de barriles diarios promedio en el último semestre de 2019.

 

En noviembre pasado, “se produjo el descubrimiento de un campo con reservas que podrían llegar a los 53 mil millones de barriles, lo que constituye, además, uno de los descubrimientos más importantes de los últimos años”, dijo para esta nota el especialista Gustavo Lahoud.

 

En su opinión, “esta situación de relevancia geopolítica, se ve sin embargo erosionada por el avance de la estrategia de bloqueo y asfixia financiera encarado por Estados Unidos tras la intempestiva y peligrosa decisión de Trump de retirarse del denominado Acuerdo nuclear que su país, Europa, China y Rusia habían firmado con Irán para consolidar un programa de uso pacífico de la energía nuclear monitoreado desde la Agencia Internacional de Energía Atómica y los países mencionados. La decisión de Trump, las presiones que ejerce sobre los demás países y ahora esta nueva escalada han complicado seriamente la estructura de producción y comercialización de hidrocarburos de Irán”.

 

Rubén Guzzetti, del Instituto de Estudios Geopolíticos Argentinos, estuvo hace dos meses en Irán. En entrevista con Cash, señaló que “el asesinato del comandante Qassen Soleimani a principios de enero no sólo puso al borde de la guerra a la región, sino que agudizó las contradicciones de la participación iraní en el mercado petrolero”. De hecho, ya con las sanciones de Trump “la producción había mermado 35 por ciento”.

 

Esa fue una de las razones por las que debió aumentar el precio de sus naftas, en el marco de otros ajustes presupuestarios, lo que provocó un recrudecimiento del malhumor social que se vive en Irán contra el gobierno, agravado finalmente por el derribo del avión comercial ucraniano en los días de bombardeos cruzados con posiciones de Estados Unidos.

 

De acuerdo con el analista Eduardo J. Vior, por su parte, “tanto Irán como Estados Unidos están atravesando una severa crisis de liderazgo. Trump se esfuerza por ser reelecto en noviembre próximo y, para ello, está dispuesto a pactar a diestra y siniestra, sin atender las consecuencias. La muerte de Soleimani parece, en tanto, haber dejado a Irán a la deriva en medio de una grave crisis económica, corrupción y deslegitimación de la conducción”.

 

Acaso un punto clave para entender la nueva estrategia energética norteamericana es que desde 2018 Estados Unidos logró su autoabastecimiento petrolero a partir de la explotación mediante el fracking para crudos no convencionales. Con ello, dijo Guzzetti, “Estados Unidos no busca el petróleo barato en Medio Oriente, sino, aplicando la teoría de Rumsfeld-Cebrowski, generar un permanente caos balcanizando los países, como lo hizo en Libia. El objetivo es beneficiar a sus transnacionales petroleras y manejar el precio del crudo, manteniendo un valor internacional por encima del costo de la extracción por fracking (60 a 70 dólares el barril), para poder seguir exportando y manipular la geopolítica del petróleo”.

 

Sin embargo, para Lahoud, del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP) “habrá que ver hasta dónde Estados Unidos estará en condiciones de avanzar con su explotación no convencional que en los últimos años ha puesto presión sobre los países de la OPEP, que han debido realizar ajustes a la baja en el bombeo de crudo al mercado mundial para tratar de sostener los precios ante la mayor oferta de crudo provista por los estadounidenses. Es un tema de interés para Argentina, donde Vaca Muerta nos coloca en una situación compleja de presionentre es de las grandes multinacionales para que el nuevo gobierno habilite una explotación masiva de este yacimiento con fines exportadores. Es una fuga hacia adelante que el gobierno de Alberto Fernández debería evitar, digo no caer en la ilusión de que este esquema productivo podría generar encadenamientos de valor a través de empresas de servicios que podrían sumar sus capacidades a un entorno de estas características”.

 

Guzzetti agregó que “Estados Unidos además busca un gobierno amigo en Irán para tener acceso al crudo del Mar Caspio, presionar a la Federación Rusa desde esa posición, obstaculizar o encarecer el envío de crudo de Irán a la República Popular China, cortar una de las Rutas de La Seda y controlar el 40 por ciento del crudo que se consume en el mundo que pasa por el Golfo Pérsico”.

 

Por cierto, en los medios chinos no fueron pocos los comentarios acerca de que el reciente ataque norteamericano a líderes iraníes encabezados por Soleimani tenía como objetivo último complicar el suministro petrolero.

 

Respecto del tema nuclear en la nación persa, es paradójico que su desarrollo comenzó con el sha Reza Pahlevi con ayuda norteamericana, que lo usó, como a la monarquía saudí, para controlar Medio Oriente y su energía. Guzzetti sintetiza que “el acuerdo PAIC o 5+1 logrado en 2015 distendió la situación a través de un acuerdo de suspensión de enriquecimiento de uranio por encima del 5 por ciento a cambio de moderación en las sanciones económicas. Cuando Trump renunció unilateralmente al acuerdo, todo se complicó. Desde 2019, Irán comenzó a avanzar en restablecer sus centrifugadoras y a enriquecer uranio por encima del 5 por ciento. Cada bimestre suma una nueva etapa en su proyecto nuclear, está en la cuarta, presionando a la Unión Europea para que no se sume a nuevas sanciones. También amenaza con retirarse del NPT (tratado de no proliferación de armas nucleares)”.

 

En agosto de 2019, la Organización de Energía Nuclear iraní inauguró las obras de ampliación del principal centro de investigación del país (Fordo), al sur de Teherán. Estarán listas en abril de 2020 e Irán se habrá convertido en el cuarto país en producir isótopos estables en el mundo, después de Estados Unidos, Rusia y la empresa multinacional europea Urenco.

 

Fuente: Página/12

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