La región donde la Reina de Holanda construyó su hotel y evade al fisco, tiene una larga historia de avanzadas y usurpaciones coloniales y más tarde, estatales. Documentos prueban, una vez más, la preexistencia del pueblo mapuche en el lugar.
Tomás Falkner jamás cruzó al sur del río Colorado, sin embargo su “Descripción de la Patagonia” causó revuelo en Buenos Aires y Madrid al publicarse. La inquietud no obedeció a intereses científicos o académicos sino geopolíticos, ya que el jesuita inglés deslizaba una posibilidad perturbadora: que una potencia enemiga de España se decidiera a remontar el río Negro y después de cruzar la cordillera, cayera sobre Valdivia por la espalda. La primera edición de su trabajo se publicó en 1774 y motivó una serie de reacciones que todavía inciden en la configuración de la región, entre ellas, la fundación del fuerte de El Carmen, antecesor de la actual localidad bonaerense y en cierto sentido, también de Viedma. Además, para despejar las dudas, el Virreinato del Río de la Plata ordenó que una expedición al mando del piloto Basilio Villarino remontara el río que por entonces se conocía como Segundo Desaguadero, el Kuru Leufu de los mapuche. A la ida, Villarino más bien remolcó sus cuatro chalupas hasta las nacientes del Chimehuin y no pudo avanzar más. Comenzó a toparse con tolderías antes de Choele Choel pero su interés no era etnográfico. Después de leer su informe, en Buenos Aires se convencieron de que ninguna flota considerable podía avanzar aguas arriba del río Negro para amenazar la solitaria posesión española del Pacífico.
Villarino había leído a Falkner o bien, llevaba una versión de sus escritos consigo, porque a cada paso comparó las apreciaciones del inglés con las suyas. El jesuita supo misionar en establecimientos de su orden que funcionaron efímeramente en Tuyu, actual Partido de la Costa, provincia de Buenos Aires. Allí conoció a una multitud de loncos y jefes gününa küna, fue a partir de sus conversaciones que elaboró su “Descripción de la Patagonia” para los parajes que no conoció personalmente, es decir, la gran mayoría de los que consignó en sus escritos. A partir de esas fuentes y de los trabajos de sus colegas, dejó una semblanza del Nahuel Huapi y sus alrededores. “Hacia el sur del grande, o segundo Desaguadero no entran sino dos ríos de alguna consideración. Uno se llama Lime-leubu por los indios, y por los españoles el Desaguadero de Nahuel-huapí o Nauvelivapí” (Falkner 1969: 702). Más allá de las ambigüedades ortográficas, pueden reconocerse fácilmente al río Limay y al enorme lago. Su denominación está expresada en mapuzungun o idioma mapuche, leufu significa río y como se sabe, Nawel Wapi Isla del Tigre, denominación ancestral de la Isla Victoria. Falkner misionó a pasos del río de la Plata a mediados del siglo XVIII, unos 60 años antes de que las Provincias Unidas del Sud pensaran en sacudirse el yugo monárquico. El idioma en que se expresaba el territorio cuando la Argentina no estaba en los planes de nadie, ratifica la contundente preexistencia mapuche en su jurisdicción estatal de hoy.
El País del Limay
Es notable la precisión con que sus interlocutores mapuches describieron la geografía cuyas características, España todavía ignoraba. “Este río continúa con grande y rápida corriente, desde la laguna Nahuel-huapí, casi al norte, por entre valles y pantanos cerca de 30 leguas, recibiendo grandes arroyos de las montañas inmediatas, hasta que entra en el segundo Desaguadero, algo más abajo del que viene de Huechun-lauquen, o laguna del Límite” (Falkner 1969: 703). En realidad, wechu o wechun es un prefijo de sustantivos que puede aludir a una “cumbre, extremidad, punta” o “prolongación” (Augusta 1992: 261) y lafken puede designar tanto a un lago como al mar. Es el Huechulafquen del presente, en cuyas inmediaciones, según los anfitriones de Villarino en 1783, tenían sus tolderías unos 27 loncos, en su abrumadora mayoría mapuches. Por su “desaguadero” identificó Falkner al Kollon Kura, hoy gravemente alterado en su fisonomía original por las represas que se construyeron sobre el Limay. Al parecer, hasta allí llegaba la denominación mapuche primera: “los indios le llaman Lime-leubu, porque los valles y pantanos por donde pasa, abundan en sanguijuelas, y los guilliches le llaman Lime, y al país Mapu-lime, y a sus moradores limechées” (Falkner 1969: 703). Desde su confluencia con el Kollon Kura hacia el norte, el Limay habría recibido otro nombre, aunque digamos sin ánimo de profundizar ahora, que difícilmente existieran sanguijuelas en su curso.
También anotó el oriundo de Manchester que “el otro río, que entra en el segundo Desaguadero, y viene del sur, es pequeño, y llamado por los indios Machi-leubu, o río de los Hechiceros; pero no sé la razón porque sale del país de los guilliches, y corre de sur al norte, descargándose al fin en el río principal, más abajo del Lime-leubu” (Falkner 1969: 703). En este párrafo, la descripción pierde precisión pero aun así, legó elementos trascendentes. Para un hombre que estuvo muy lejos de profesar amistad hacia el pueblo mapuche, Rodolfo Casamiquela, aquel Machileufu es el Pichileufu de nuestros días, curso de agua que fue involuntario protagonista noticioso en las últimas semanas, a raíz de la evasión impositiva que se le adjudica a Máxima Zorreguieta, reina de los Países Bajos. “Parece obra de Moreno la identificación del río Machi Leuvu (itálica en el original) de Falkner (…) o río de los Hechiceros, con el río Pichileufu actual, afluente del Limay” (Casamiquela 1998: 129). ¿Por qué habrá prevalecido la segunda denominación sobre la anterior, tan significativa?
Comunicación con el espíritu
Católico al fin, Falkner tradujo linealmente “hechicero”, pero los y las machis tienen para el pueblo mapuche otra connotación. “Son los principales agentes del sistema y práctica de la salud mapuche. Machi puede ser un hombre o una mujer, wentru machi y domo machi, respectivamente. Generalmente, son personas elegidas a muy temprana edad –normalmente entre los seis y doce años- por un püllü machi (espíritu de machi) para asumir el rol. Los y las machi tienen la posibilidad de lograr el küymin, estado de comunicación directa con su püllü, lo que les posibilita realizar distintos tipos de ceremonias de sanación y religiosas” (Caniullan Coliñir – Mellico Avendaño 2017: 48). ¿El Machileufu se llamaría así por vivir en sus riberas algunos machis? ¿O su ngen (guardián, dueño) tendría además connotaciones de machi? ¿Cómo saberlo después de 140 años de dominación colonial wingka? Desde ya, para el conjunto de los misioneros, los quehaceres de los machis eran obras del Demonio. ¿Sabrá su alteza dónde compró?
El 14 de diciembre de 1882, la vanguardia de la Tercera Brigada del Ejército Argentino pasó “frente a la embocadura del gran lago Nahuel Huapí” y al mediodía, “se hizo alto, durante quince minutos en el punto que campó la tercera Brigada el día 12 de abril del año anterior, en la margen sur del arroyo que desemboca en el lago” (Ministerio de Guerra y Marina 1978: 271), es decir, el Ñirihuau, en la actual jurisdicción municipal de San Carlos de Bariloche. Componían la avanzada 154 hombres, entre ellos, 15 “indios amigos” y cuatro “particulares”, al mando del teniente coronel Rosario Suárez. Iban los soldados en persecución expresa de Inakayal, uno de los loncos que con más persistencia defendió su libertad. Sobre la medianoche de la misma jornada, “llegamos al arroyo Pichi-Leufú, banda sur; se hicieron campar las fuerzas, atando éstas las mulas de marcha y caballos de reserva” (Ministerio de Guerra y Marina 1978: 272). Si bien faltaban días para el comienzo del verano, “una fuerte helada fue el principio de nuestra campaña”. Al día siguiente, las tropas atacaron una población de cuatro toldos y se apoderaron de “seis chinas, una cautiva y trece de chusma; además de un regular número de yeguas, caballos y cinco vacas” (MGM 1978: 273). Por sus declaraciones, supieron los intrusos que “los toldos pertenecían a Nahuel Kir, y se habían establecido al día anterior, para de aquel punto buscar a Sahihueque” (MGM 1978: 274). Donde en el presente crece el césped inglés de la propiedad real, tuvieron lugar episodios de aquella campaña genocida que concretó el Estado para terminar con la libertad mapuche y gününa küna. Y usufructuar su territorio.
Al informar a Villegas sobre los resultados que habían logrado sus subordinados, el teniente coronel Nicolás Palacios se confesó “orgulloso” al haber ejercido el mando de la Tercera Brigada, “en una campaña cuyos resultados han de reportar tanto provecho a la Patria y a la civilización” (MGM 1978: 257). Y a la casa real neerlandesa… La discusión que se propone no pasa por recaudar más o menos, ni siquiera por el carácter extranjero o nacional de quienes sacan “provecho” del territorio mapuche, sino por desnaturalizar la dominación colonial que el Estado y el “mercado” ejercen sobre pueblos que perdieron su libertad no hace tanto. Pero de paso y como de manera magistral sentenciara el subcomandante insurgente Marcos a finales de 2002, permítaseme agregar: ¡me cago en la monarquía!
Bibliografía
Caniullan Coliñir, Víctor; Mellico Avendaño, Fresia (2017): “Mapuche lawentuwün. Formas de medicina mapuche”. En Becerra Parra, Rodrigo y Llanquinao Llanquinao, Gabriel (editores): “Mapun kimün. Relaciones mapunche entre persona, tiempo y espacio”. Ocholibros. Santiago.
Casamiquela, Rodolfo Magin (1998): “Estudio de la toponimia indígena de la provincia de Río Negro”. Fundación Ameghino. Trelew.
De Augusta, Félix José (1992): “Diccionario mapuche – español. Tomo 1. Segunda edición”. Ediciones Séneca. Santiago.
Falkner, Tomás (1969): “Descripción de la Patagonia”. En Colección Pedro de Ángelis. Tomo II. Editorial Plus Ultra. Buenos Aires.
Ministerio de Guerra y Marina (1978): “Campaña de los Andes al sur de la Patagonia. Año 1883. Partes detallados y diario de la expedición”. Colección “Lucha de fronteras con el indio”. EUDEBA. Buenos Aires.
Fuente: En Estos Días