Guanacos, chinchillones, choiques, zorros y piches son algunas de las especies con que el Parque Patagonia busca ser el centro de observación de fauna terrestre del país para el turismo pospandemia de coronavirus, a las que suma figuras difíciles, como el puma y el huemul, combinadas con numerosas aves, entre ellas el cóndor y el endémico macá tobiano.
Esa región del noroeste de Santa Cruz, conformada por el Parque Nacional Patagonia y tierras que se van integrando al mismo tras ser «renaturalizadas» y donadas por la Fundación Rewilding Argentina, concentran esa importante riqueza animal en sus planicies, cerros, valles, bosques y cañadones.
De la misma manera que Península de Valdés es el centro de avistamiento de fauna marina patagónica, desde la Fundación explicaron a Télam que su propuesta es que el área llamada Parque Patagonia sea «El lugar» para ver fauna terrestre silvestre de toda esa región austral.
Para ello, además de la «renaturalización de lo que fue la Estancia La Ascención, mediante el retiro de alambrados y de construcciones que generaban contaminación visual, diseñan senderos turísticos seguros y de bajo impacto y hacen monitoreo satelital de las especies de la zona, para conocer sus movimientos y organizar avistamientos no invasivos.
Esta tarea se realiza fundamentalmente en las 65.000 hectáreas de la ex estancia, de libre acceso al público, y se extiende al Parque Nacional, creado en 2014 sobre 102.000 hectáreas también donadas al Estado por Rewilding Argentina.
Al quitar los alambrados y no perseguir la fauna, los animales pierden el miedo y algunos permiten gran cercanía de los humanos, como sucede en los dos portales del Parque (La Ascensión y Río Pinturas), donde los guanacos, choiques y piches están virtualmente al alcance de la mano.
En el Portal Cañadón Pinturas, en el kilómetro 1.336 de la Ruta 40, se encuentra el refugio Los Toldos -ex Hotel Cueva de las Manos-, en cuyo derredor se ven esos animales y, en excursiones por sus diversos circuitos, es posible también avistar zorrinos, zorros, chinchillones y gatos del pajonal.
El refugio está abierto a la pernoctación de visitantes y en la estepa que lo rodea se ven pumas cada vez con mayor frecuencia, pese a los hábitos nocturnos de este animal, y algunos guías del lugar contaron a Télam que pudieron ver alguno cazando guanacos.
También se puede ocasionalmente observar ejemplares en el Cañadón del Río Pinturas, donde está la milenaria Cueva de Las Manos, que es una reserva natural provincial enclavada dentro del Parque Nacional Patagonia.
En esos aleros declarados Patrimonio de la Humanidad se encuentran pinturas de más de 9.000 años, entre ellas varias que representan pumas, lo que demuestra que desde entonces este felino llamaba la atención de los humanos.
A unos 100 kilómetros al noroeste, sobre la ruta provincial 43, está el otro portal, en el antiguo casco de la Estancia La Ascención, ya administrado por Parques Nacionales, un sitio para observar grandes manadas de guanacos y visitar condoreras en el Cerro La Calle, donde además del ave más grande de América se pueden ver colibríes, tachuríes, cachuditos y maca plateado, entre otros.
Quienes desde allí siguen el sendero a la Meseta del Lago Buenos Aires, al llegar a las lagunas de ese altiplano, entre variedad de patos, gallaretas, garzas, cisnes y gallinetas, pueden encontrar al macá tobiano, ave en peligro de extinción y emblema del escudo del Parque Nacional Patagonia.
Sobre el huemul, declarado Monumento Natural Argentino, son escasas las posibilidades de avistamiento en la zona, ya que luego de habitar libremente cañadones y la estepa, se alejó de la zona debido a la caza durante el último siglo.
«Por la presencia humana, fue empujado hacia el oeste y sobrevive en un ambiente cordillerano, en lugares altos, que es donde puede sobrevivir, y desapareció de la estepa», dijo a Télam el biólogo Sebastián Di Martino, quien trabaja en el programa de Rewilding Argentina para la reintroducción de especies nativas a su hábitat.
El especialista señaló que «es el ciervo que tiene más comprometido su estado de conservación de todo el continente americano, con entre 2.500 a 3.000 ejemplares, la mayoría en Chile y un tercio en Argentina, y su población sigue decreciendo».
La Fundación tiene un ambicioso proyecto para revertir el proceso de extinción mediante la creación de nuevos núcleos poblacionales en áreas que el huemul habitó hasta hace unos 150 años, para que este herbívoro también sea observado en sus pastizales renaturalizados y en los cañadones del río Pinturas.
Esta entidad ya reintrodujo fauna desaparecida en otros hábitats, como el yaguareté, el pecarí, el venado de las pampas y el oso hormiguero, en el Parque Nacional Iberá, en Corrientes, también creado en tierras donadas al Estado con ese fin por la Fundación, que generó experiencias similares en el sur de Chile.
Fuente: Télam