Por Karen Cuesta

Se presentó en nuestro país un proyecto de ley que busca prohibir el lenguaje denominado inclusivo. La iniciativa llegó a la Cámara de Diputados redactada por las abogadas Cynthia Ginni y Patricia Paternesi, además de contar con la adhesión del constitucionalista Félix Lonigro. Pero ¿a qué se refieren con lenguaje inclusivo y por qué les incomoda?

En Argentina es cada vez más habitual que las personas utilicen la vocal «e» para no marcar género en algunas palabras o borrar la huella del masculino. Esto se corresponde con la idea de dejar atrás el uso del masculino como generalidad para visibilizar otras identidades, ya sean femeninas o no binarias.

Frente a este avance, las abogadas antes mencionadas propusieron una ley para prohibir su uso tanto en el ámbito educativo como en los tres poderes del Estado (judicial, ejecutivo y legislativo). Ellas no son las primeras en oponerse a las modificaciones en la sociedad que se ven reflejadas dentro de la lengua: hace más de un mes, Francia vetó el lenguaje inclusivo en instituciones educativas y tanto Chile como Perú tomaron iniciativas similares.

El proyecto plantea «evitar alteraciones gramaticales y fonéticas que desnaturalicen el lenguaje». Según Ginni y Paternesi, la propuesta responde a la posibilidad de obstaculizar la lectoescritura y su comprensión, como así también a «atentar contra la belleza del lenguaje español». Sin embargo, las trabas para nombrar más allá de lo masculino no son lingüísticas sino ideológicas.

Tanto las abogadas como parte de la población que se opone a estas modificaciones del lenguaje toman como referencia a la RAE, institución que recomienda evitar el abordaje ideológico o político de cuestiones estrictamente lingüísticas, cuya opción excede a las instituciones y academias. Pero, como bien manifiesta el feminismo, lo personal es político y por lo tanto la lengua y las palabras que elegimos para relacionarnos dentro de la sociedad también lo son.

¿Inclusivo? ¿Quién incluye a quién?

Si bien el debate ha tomado popularidad hace pocos años, la posibilidad de utilizar la letra «e» o el pronombre «elle» data de hace más de 50 años. Liliana Daviña, profesora e investigadora lingüística, contó al medio Misiones Online que el movimiento por el lenguaje no binario viene desde la década del 70 en España y que es un llamado de atención para nuestra sociedad.

En una conferencia virtual sobre este tema, le traductore públique Rocio Sileo explicó de manera sencilla la diferencia entre lenguaje inclusivo, no sexista y no binario. Lenguaje inclusivo es el término más popular que se le da a este tipo de discursos pero nos encontramos en la obligación de preguntarnos quién incluye a quién y a dónde. ¿Se incluye a las personas no binarias dentro de su propio idioma? Ser parte de su propio idioma y verse reflejades en las palabras ya debería ser su derecho. Este concepto tiene connotación de desequilibrio de poder y privilegios por parte de un sector que puede incluir a les demás.

El lenguaje no sexista, en cambio, refiere a las herramientas que podemos utilizar para borrar sesgos machistas y sexistas dentro de la lengua. Pasa a ser más profundo que cambiar una vocal que registra determinado género, más bien apunta contra estereotipos y cuestiones culturales. Por último, se puede hablar de lenguaje no binario, similar a la idea de inclusivo pero sin la connotación de poder. Este podría definirse como romper dentro del lenguaje con el sistema binarista hombre/mujer.

A su vez, dentro de este último se pueden mencionar dos opciones, el lenguaje no binario directo y el indirecto. El primero realiza un cambio visible en la palabra, como puede ser suplantar la vocal «o» por una «e», «x» o «@». Por su parte, el indirecto elimina por completo las marcas de género. A modo de ejemplo: en lugar de decir educador, educadora o educadore se podría reemplazar por la frase «persona que educa».

Según Teresa Meana, docente y filóloga, todas las lenguas son sexistas porque el patriarcado es universal. En relación con lo anterior, menciona que varias lenguas, agrupadas como lenguas románicas, poseen un masculino a veces genérico y a veces específico. En la misma línea asegura que «que el masculino sea un supuesto genérico es uno de los instrumentos por los que se considera la invisibilización de las mujeres».

La importancia de ser nombradas y nombrades

«Si nos queremos dar cuenta de que, en los idiomas que tienen distinción entre masculino y femenino, el femenino siempre deriva del masculino y nunca es la forma principal, no lo podremos hacer, evidentemente, mas que remontándonos a la situación social respectiva de mujeres y hombres en la época en que se fijaron estas normas gramaticales».

– Lingüista Antoine Meillet (1921)

Entre miles de variantes, la lengua permite feminizar; desde hace ya varios años la irrupción de la mujer en el mundo laboral o político hizo cambiar el lenguaje. Liliana Daviña explica que en la lengua todo se aprende, nada es natural sino que todo se naturaliza por la cultura. Para ello, brinda el ejemplo de profesiones como la medicina en donde antes se decía «la doctor» y ahora se dice «la doctora», pero en otras todavía siguen generalizando con masculino. Por ejemplo, pocas personas dicen «la fiscala».

Por su parte, Meana expresa dos características que permiten comprender la relación entre la lengua y la importancia de modificarla para que todas y todes estemos incluides en ella. La primera se vincula con que la lengua está viva, es decir, es un cuerpo vivo en evolución constante. Cambia constantemente porque cambia la realidad y, por lo tanto, cambia el modo de nombrarla. Así se crean los recursos para nombrar en femenino o de manera no binaria cargos, oficios y profesiones que antes no existían porque solo hombres cis ocupaban esos lugares.

La segunda característica está relacionada con que el lengua no es algo biológico ni natural. Hablamos por imitación. La lengua es una adquisición cultural. Todo lo cultural es añadido y, por lo tanto, modificable por la voluntad de las personas. La lengua refleja la realidad y también la crea.

Diferentes lingüistas coinciden con que actuamos a través del lenguaje y al actuar intervenimos en la realidad, la transformamos, la reconstruimos. No nacemos con ella y es, por tanto, modificable. El lenguaje es el medio a través del cual aprendemos la realidad, de allí que determine una manera concreta de ver el mundo y condicione nuestra manera de representar la realidad.

Si el feminismo implica cuestionarlo todo, ¿cómo puede eso no abarcar al lenguaje? Como sociedad nos debemos el debate acerca del lenguaje no viéndolo como algo lejano, que solo se lee en los textos académicos, sino vinculándolo con la realidad social de una época donde diferentes luchas pueden emerger.

Fuente: Escritura Feminista

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