Una calma que antecede al huracán

 

Chubut respira un aire extraño. Una densa calma plagada de incertidumbres. A trece días del mes de febrero, la situación parece insostenible: no hay tiene fecha cierta para el cronograma de pagos, el poder judicial quiere un veedor de las cuentas públicas, el oficialismo estalló en mil pedazos y cada uno hace su juego, y por si fuera poco, es prácticamente un hecho que el ciclo lectivo no comenzará.

Hoy por hoy, no existe un solo sector en la administración pública provincial que no esté crujiendo. Todo un síntoma de una gestión desesperada y rancia que no cuenta con los aliados que esperaba contar en el gobierno nacional, ni con la paciencia de una sociedad que reclama normalizar su situación.

Ante este contexto, de mezquindades, aprovechamientos y mentiras, es fácil notar la cobardía de algunos dirigentes que prefieren quedarse en el gris de la inacción para ir midiendo los costos políticos de su futuro.

A contramano de esta especulación, se destaca Gustavo Sastre, que emitió en el último mes dos señales claras ante un panorama muy confuso: no a la megaminería y el no acompañamiento a la “política de la incertidumbre”, propia del arcionismo. Detrás de Gustavo Sastre, se sumó su hermano Ricardo, vicegobernador de la provincia.

Pero fue el propio gobernador quien quebró la relación política, con declaraciones muy duras para sus «aliados» porque nunca estuvieron de acuerdo en apoyar la megaminería y no cedieron a las presiones políticas y económicas.

Ante este nuevo panorama , el intendente de Trelew, Adrián Maderna, también se alejó de Arcioni para ponerse bajo el ala protectora de los hermanos Sastre.

 

El extraño antagonismo que une a Maderna y Sastre

 

La política en la provincia está detenida. El oficialismo balbucea ante la insuficiencia de su gestión posibilidades de salir de una crisis sistémica, que cada vez es mayor. Nadie se atreve a dar el primer paso, de ahí que se destaque el gesto de Sastre de “jugarse” sin atender a posibles costos, a favor o en contra.

El intendente de Trelew, en cambio, siempre fijó su posición de ser “acompañante” político, es decir, el que continúa el camino del otro. Algo que claramente se ve en la relación entre ambos intendentes. Sastre actúa donde Maderna titubea y ese gesto está subiendo el valor de su gestión en Puerto Madryn.

 

Sin plata, ideas

 

Las tres ciudades más importantes del valle sufren diagnósticos distintos. Rawson se está recuperando del abismo que dejó la destituida Rossana Artero. Madryn, en cambio, fue destacada como uno de los mejores municipios administrados en el país. Trelew, en la gestión Maderna, apenas se conforma con flotar detrás de alguna figura del momento. Primero fue Das Neves, luego Arcioni y ahora lo es Sastre.

Este panorama desolador y sin dinero es propicio para visualizar con nitidez la calidad de la gestión política. En este sentido, tanto Luque en Comodoro como Sastre en Madryn están diferenciándose por sus acciones, de un alicaído Trelew y una desfalcada provincia.

 

Como el Rey Midas, pero al revés

 

La gestión de Arcioni funciona como una analogía del Rey Midas, pero al revés. Mientras el personaje mitológico convertía en oro todo lo que tocaba, Arconi se está encargando de hacer lo opuesto. Su eficiencia para lograrlo en tan poco tiempo llama la atención por su eficiencia. No solo perdió el apoyo del gobierno nacional y de los intendentes que le permitieron llegar a gobernador, sino que también entró en cortocircuito con su “protector” Sergio Massa. La crisis en educación, salud, judiciales y SEROS es inédita. Incluso en las últimas horas contrató al “famoso” banco JP Morgan para reperfilar su deuda, cuando días atrás el propio José Grazzini había asegurado que no existían problemas para pagar porque estaba la garantía de las regalías petroleras.

Tan grave es la situación, que podría generarse un efecto dominó entre los bonistas, afectando la renegociación del gobierno nacional, ya golpeada por la “estrategia” Kicillof de amagar un default.

 

Un teniente sin soldados

 

Los funcionarios públicos que se muestran “respaldando” al arcionismo son dos: Oscar Antonena –ministro de economía y crédito público- y José Grazzini –ministro de gobierno y justicia–. Eventualmente se suma al pelotón Andrés Meiszner –quinto ministro de educación en dos años–, quien bajó su perfil y solo se dedica a recomponer el infatigable conflicto docente.

Hasta ahí, los tres personajes que acompañan una gestión cada vez más desgastada y con un gobernador cada vez más ausente.

En tiempos donde los gestos políticos cotizan como el oro, los contrastes entre gestiones son muy notorias. De ahí que los gestos de Gustavo y Ricardo Sastre se constituyan como una respuesta renovadora ante un arcionismo rancio y vetusto.

 

 

 

 

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