Por Ana Bernal-Triviño

El gaslighting es un tipo de violencia de género donde el maltratador altera la percepción de la realidad de la víctima. Debe su nombre a la película Gaslight, de George Cukor, y consiste en hacer creer a la víctima que la realidad que vive es falsa y que esa distorsión puede ser debida a fallos en la memoria o alteraciones mentales.

Cuando una persona está enferma pero no averiguan qué tiene por más pruebas que se haga se entra en una fase de angustia, donde incluso se puede dudar de lo que realmente estás padeciendo. 

El reconocimiento y el diagnóstico aporta la certeza de que lo que te ocurre no es una invención sino una realidad. Encontrar un nombre y apellido a esa enfermedad es la primera fase para avanzar. Ya sabes qué tienes enfrente.

Algo similar ocurre con las víctimas de violencia machista. Hablar de violencia de género, violencia sexual, violencia institucional… les da seguridad. Demuestra que existe un marco, conceptos sobre esa realidad, un reconocimiento. Es una forma de decirles: «Oye, que no estás loca, que no has sido la única, hay solución».

Hago esta introducción porque frente a todas las críticas a la serie de Rocío Carrasco hay otra realidad que concierne a las víctimas de forma directa. 

Hemos visto el aumento de las llamadas al teléfono 016, a las asociaciones… porque esas mujeres están reconociendo qué nombre tiene eso que les pasa. Ese reconocimiento solo va de la mano de la conceptualización, de saber y poner nombre a lo que vives. 

La docuserie de Rocío Carrasco ha hecho que la violencia de género lleve una semana en prime time. Debatiéndola mejor o peor, pero nombrándola. En un momento donde hay un alza del discurso negacionista de violencia de género, donde hay ayuntamientos o comunidades autónomas que no guardan ni un minuto de silencio a sus víctimas, recuperar el concepto, defenderlo, decir que existe y ayudar a que otras personas lo reconozcan es vital.

Pero no solo eso. Sobre la mesa aparecen otras palabras: violencia vicaria, la negación del Síndrome de Alienación Parental, la violencia psicológica… Todos esos conceptos que, a veces, han tenido reportajes secundarios, ahora son fundamentales para comprenderlo todo. 

Esto fue lo que ocurrió hace unos días cuando mencioné una realidad poco conocida en televisión. En general, se tiene el baremo de la violencia de género muy alto, en lo físico, el puñetazo o en el cuchillo o en el disparo. Pero el reconocimiento de la violencia psicológica es muy complicado. La violencia psicológica, además, es muy diversa. Las personas la suelen vincular a las amenazas o los insultos, pero es mucho más. De ahí que sea importante nombrar la luz de gas.

El origen de este concepto está en una obra de teatro que, después, fue una película. En ella un marido pone en duda todo lo que diga su mujer. Poner todo en tela de juicio de forma continua hace que la mujer llegue a dudar de sí misma. La luz de gas es una de las formas más perversas pero también más sutiles de violencia, muy difícil de detectar.

La persona hace una manipulación continua mezclada con muestras de afecto intermitentes. Es como una gota malaya. El resultado es una bajada y anulación de la autoestima, un aumento de la inseguridad. Te desgasta, pierdes la confianza y seguridad en ti, te culpas tantas veces que ya te autoinculpas tú sola, crees que el problema está en ti, no le ves solución, te consumes por dentro, te anula porque te produce duda pero la misma vez miedo, y comprendes que defenderse no sirve de nada, lo que aumenta tu angustia. 

La confusión mental produce un agotamiento tremendo que hace que acabes anulada y por perder tu propia voz. Te apagas y dejas de ser tú. Además todo esto va acompañado de frases en las que no hay un insulto evidente pero sí hay consideraciones como «qué sería de mí si yo no estuviera» o «debes hacerme caso porque no estás bien», me preocupas, lo hago por ti» o «qué será de ti el día que yo me vaya». Frases que aumentan la dependencia.

Reconocerlo a tiempo es determinante. Te salva. Si te ocurre, a pesar de la dependencia y del cansancio, apártate. Hay solución porque el problema no está en ti. Hay alternativa: vivir sin el problema que lo origina. Básicamente porque perdemos el amor propio y lo que te está ofreciendo no se llama amor, se llama violencia psicológica y se llama luz de gas. Y recuerda esto siempre: el buen amor no te hace dudar.



Fuente: https://blogs.publico.es/otrasmiradas/47745/luz-de-gas-o-la-importancia-de-identificar-toda-forma-de-violencia-machista/

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