Por Sofía Fuentes

La ministra de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual bonaerense, Estela Díaz, confirmó que la casa en la que vivió el femicida Ricardo Barreda será entregada a la municipalidad de La Plata con el fin de crear un centro de asistencia y prevención de violencia de género.

El destino de la casa ubicada en 48 y 11 había quedado trabado tras disponerse su expropiación por ley provincial en 2013 para crear el centro de asistencia para víctimas de violencia de género. A fines del año pasado, la Justicia citó a la familia de las víctimas, que se presentó como heredera y afirmó estar de acuerdo con que el inmueble sea concedido para esos fines. «El caso Barreda fue un hecho emblemático para la ciudad y el país entero y siempre se planteó desde las organizaciones feministas que la casa se recupere para los derechos de las mujeres», explicó Díaz.

En diálogo con Radio Provincia, Díaz resaltó la complejidad de llevar a cabo el proyecto dada por el estado de abandono en el que se encuentra la casa, lo que implica una «inversión inmensa» para su reconstrucción. Aun así, la funcionaria destacó el compromiso por parte del gobierno de continuar resignificando espacios para la memoria, brindando herramientas para seguir avanzando en materia de derechos humanos.

«Cuando la memoria tiene una función de construir un recorrido y que nunca más ocurra algo así, hay una tarea que hay que hacer y poner decisión política y recursos para que se cumpla el objetivo político de la prevención y erradicación de la violencia».

Ministra Estela Díaz.

La apropiación y recuperación de sitios para la memoria por parte del gobierno es una práctica activa que se realiza desde 2002, con la sanción de la ley N° 26.691 de preservación y señalización de sitios de memoria, a partir de la cual en Argentina reforzamos el grito de Nunca Más a la violencia, tortura, y desaparición forzada de personas.

El caso Barreda se suma a la memoria colectiva como hecho que marcó un antes y un después para la historia argentina. Hoy, a 28 años del cuádruple femicidio en la ciudad de La Plata, nos preguntamos quién fue Ricardo Barreda y por qué es tan importante la toma de posesión de su antigua vivienda.

De odontólogo a femicida

Odontólogo platense, maestro mayor de obra y fanático del club Estudiantes de La Plata, la vida de Barreda acabó el día en que decidió ejecutar con una escopeta a todas las mujeres de su familia: su esposa Gladys McDonald (57 años), su suegra Elena Arreche (86 años) y sus dos hijas, Cecilia (26 años) y Adriana (24 años). El cuádruple femicidio cometido en 1992 se volvió tan mediático que el juicio oral dictado en 1995 fue televisado y cubierto por diarios y radios de todo el país.

El 15 de noviembre de 1992, el día del cuádruple femicidio, Barreda salió de su casa alrededor de las dos y media de la tarde hacia lo de su amiga, con quien había estado tomando mates la tarde anterior y la mañana del crimen. Luego, condujo hacia Punta Lara, donde arrojó la escopeta en el arroyo El Gato de la localidad balnearia del partido de Ensenada. Una vez que se deshizo de la escopeta y de los cartuchos, estos últimos descartados en una de las bocas de tormenta del camino, manejó hacia el cementerio de La Plata, al otro lado de la ciudad cerca de Los Hornos, para llevarles flores a sus padres y comentarles lo que había hecho. Después fue al zoológico, donde se sentó a mirar a los elefantes y alimentar a las jirafas. «Los animales me calman», diría en su declaración. Más tarde, se encontró con su amante Hilda Bono para ir a un hotel alojamiento, donde Barreda «tuvo sexo sin problemas», según destacó el psiquiatra ante lo que se llamó «lujuria homicida», la compulsión que tienen los asesinos después de matar de saciar la falta de adrenalina con sexo.

Antes de volver a su casa, el odontólogo y su amante fueron a comer a una pizzería, y a medianoche el hombre regresó a su casa, solo, donde aún lo esperaban los cuatro cadáveres.

En su declaración en el juicio, el femicida reconstruyó el recorrido que había hecho luego de la escena del crimen: desde su visita al zoológico hasta el encuentro con su amante en un hotel alojamiento. Pero la figura que más resaltó en su historia para psicólogos y peritos, menos para la justicia, fue la visita a su amiga Pirucha Guastavino, su amiga de la infancia y sostén emocional. «Supongo que he sido yo. Intuyo que las maté yo porque éramos cinco en la casa y de pronto me encontré con cuatro cadáveres».

Barreda afirmó en el juicio haber sentido «una sensación de alivio, de liberación» y que había hecho «justicia» al asesinar a las cuatro mujeres de su familia. En su versión, nunca acreditada en el juicio, justificó su accionar como un «arranque de furia» ante el supuesto maltrato y la humillación que recibía por parte de su familia. Decía que lo provocaban llamándolo despectivamente «Conchita», apodo que psiquiatras y amigas de las víctimas consideraban que las mujeres no utilizaban, sino más bien que era como él se refería a sí mismo. «Eran ellas o yo», había sido la frase que, según el psiquiatra y perito Maldonado, resonaba en la cabeza de Ricardo Barreda día y noche.

Después de 28 años entre escombros, la tierra y el moho en las paredes de la casona de 48 y 11 quedaron en pausa junto a los movimientos de la familia platense, símbolo de la violencia machista desencadenada aquel domingo por el femicida Ricardo Barreda. El proyecto de apropiación del espacio habilita la posibilidad de transformación y reconstrucción de los significados en ese sitio particular, haciéndolo visible en tanto soporte y vehículo de esa narrativa particular que marcó la historia pasada. Aquel espacio que por largos años representó una de las tantas caras del poder patriarcal, hoy se resignifica como ejemplo de la memoria colectiva para que los hechos no se repitan nunca más.

Fuente: Escritura Feminista

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