Por Esther Pineda G*
Durante siglos los hombres han creado los cánones de belleza, y han esculpido, pintado, escrito y poetizado sobre la belleza que ellos han diseñado e impuesto a las mujeres como requisito imprescindible para demostrar su feminidad; pero este canon de belleza no ha sido invariable o estático, por el contrario, se ha modificado periódicamente de acuerdo a los intereses masculinos en las diferentes etapas del proceso histórico social, pero también a razón de diversos intereses de carácter económico en el contexto de determinados escenarios políticos y socioculturales.
De este modo, los imaginarios de belleza han pasado por varias etapas que van desde las venus greco-romanas, las madonnas medievales, las venus renacentistas, las voluptuosas mujeres del barroco hasta los cuerpos lánguidos de la época victoriana; sin embargo, pese a una velada apariencia de diversidad, la realidad es que la belleza siempre ha mantenido como premisa central la blanquitud, la juventud y la delgadez; es decir, en nuestras sociedades una mujer para ser considerada bella debe ser necesaria e imprescindiblemente joven, blanca y delgada.
Pero es durante los siglos XX y XXI que las concepciones sobre la belleza lograron difundirse masivamente a través de diferentes agentes socializadores, como los medios de comunicación y difusión masiva, los cuales bombardean sistemática y repetidamente a las mujeres con las imágenes inalcanzables de actrices, modelos y cantantes arbitrariamente definidas como “representantes de la belleza”, imaginarios y narrativas que progresivamente han encontrado otros espacios donde instalarse y difundirse como es el caso de las redes sociales.
Estas imágenes mediatizadas, editadas y manipuladas le dicen constantemente a las mujeres en la vida cotidiana cómo deben verse y qué características poseen o deben poseer las mujeres para ser consideradas bellas; mensajes que son reforzados en otras instituciones y agentes de socialización, y que son reproducidos y expresados en los espacios públicos y privados por parte de la familia, los grupos de pares y la pareja.
- Ahora bien, es a estas narrativas, representaciones, prácticas e instituciones que ejercen presión y formas de discriminación sobre las mujeres para obligarlas a responder al canon de belleza a lo que he llamado Violencia Estética, presión social que tiene consecuencias físicas y psicológicas en las mujeres y que se fundamenta sobre la base de 4 premisas: el sexismo, la gerontofobia, el racismo y la gordofobia.
- El canon de belleza es sexista porque ha se exige exclusivamente a las mujeres y se le considera una condición inherente y definitoria de la feminidad. Mientras que en las mujeres la belleza aumenta su feminidad, en los hombres disminuye la masculinidad; sobre los hombres, no pesa la exigencia de la belleza, por el contrario, la belleza es mal vista e indeseada.
- El canon de belleza es gerontofóbico porque existe un profundo rechazo a la vejez, al mismo tiempo que las características neonatales, la ausencia de defectos y por tanto la juventud son sobrevalorados. Existe una obsesión social por mantenerse joven; ahora, si bien la juventud no es el único requisito para ser considerada bella, sí es una condición imprescindible.
El canon de belleza es racista porque desde sus orígenes se ha constituido a partir de la blanquitud. Las mujeres negras, indígenas, asiáticas y árabes han estado invisibilizadas en el canon de belleza; su piel, su cabello y sus facciones han sido convertidas en objeto de burla, discriminación, exclusión y violencia. - El canon de belleza es gordofóbico porque se rechaza, excluye y discrimina sistemática, repetida y explícitamente a las corporalidades de grandes proporciones. La gordura se ha constituido como un estigma y se presenta como una de las peores cosas que les pueden ocurrir a las mujeres, concebida como una desgracia, a la cual debe temerse, pero sobre todo debe ser combatida, aniquilada y desaparecida.
En la actualidad coexisten dos cánones de belleza, el de la pin-up voluptuosa, sensual, mujer fatal y erotizada, y el de la modelo/miss de apariencia púber pero anoréxica, cánones de belleza que son difundidos y cotidianizados por el cine, la televisión, las revistas, la publicidad, la pornografía, la industria discográfica, la literatura, los videojuegos, los dibujos animados y las redes sociales; y en cuyos discursos con frecuencia se descalifica a las mujeres por su físico, y se enfatiza de forma reiterada y recurrente en su supuesta fealdad, su gordura, su negritud y su vejez.
Finalmente es importante mencionar que en estos contenidos de gran alcance y difusión, la no adecuación a los cánones de belleza aparece como un habilitador de la violencia, la discriminación, el rechazo, el desprecio, la indiferencia, el bullying y las bromas crueles; agresiones que suelen ser justificadas con la idea de que las mujeres que no son bellas y flacas es porque no quieren, porque no lo intentan, porque no se esfuerzan, porque no se ejercitan, porque no comen saludablemente, o simplemente porque no gastan en los productos y servicios que les permiten responder a los cánones de belleza imperante, pues en la sociedad contemporánea la belleza está al alcance de la mano, de este modo puede ser comprada y por tanto consumida.
* Socióloga, Magister en Estudios de la mujer, Doctora y Postdoctora en Ciencias Sociales. Escritora autora del libro “Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer” publicado por Prometeo Libros.
Fuente: Diario femenino