Por Jean Stern

Traducción de Gustavo Recalde

Desde hace algunos años, a pesar de las infinitas dificultades, el ostracismo social, las detenciones masivas e incluso los asesinatos, cometidos particularmente por el Estado Islámico (EI) en Siria contra supuestos homosexuales arrojados desde lo alto de edificios, un verdadero escenario queer impulsado por homosexuales, lesbianas y trans se está abriendo camino en el Magreb y en los países del Levante. Mediante la reapropiación de una memoria literaria, pictórica y musical, el trabajo militante y la acción cultural, estos recién llegados buscan afirmar libremente su identidad de género en las sociedades árabes contemporáneas. Gracias a las nuevas herramientas de comunicación, crean plataformas de internet de una extraordinaria diversidad, lugares de discusión y expresión.

Lejos de un orientalismo gay de pacotilla proveniente de Occidente, y alimentado generalmente por la explotación sexual de jóvenes arabo-musulmanes, esta escena naciente ubica la afirmación individual y colectiva y la memoria plural como ejes centrales de este proceso de identificación, según varios de estos militantes LGBTI+ que ya no temen expresarse a cara descubierta. Una serie de mesas redondas realizadas en el Instituto del Mundo Árabe (IMA) de París en junio de 2021 permitió escuchar a actores de este movimiento emergente de Egipto, Túnez, Yemen, el Líbano, Jordania y Palestina, en medio de magníficas performances de las drag queens La Kahena y Anya Kneez.

Algunos debieron partir a un exilio forzado, pero otros continúan militando y trabajando en sus países, especialmente en el Líbano y Jordania. Y como todo movimiento emergente, los homosexuales, lesbianas y trans que se movilizan intentan primero aunar fuerzas, principalmente en torno a la memoria cultural, el anclaje en un patrimonio árabe-musulmán especialmente literario que durante mucho tiempo estuvo sepultado, con poetas como Abu Nuwas, por ejemplo, y la toma de la palabra colectiva que permite a cada uno encontrarse. Para la afirmación individual, resulta particularmente conmovedor recorrer por ejemplo sitios de expresión anónimos bajo la forma de foros, como سلوان اهل العزاء [Queer que no pueden quejarse en público], que reúne testimonios de LGBTI+ de Oriente Medio conmovidos por la trágica muerte de la activista egipcia Sarah Hegazy.

Mohamad Abdouni, fundador del sitio Cold Cuts en el Líbano, y Maha Mohamed, fundadora del sitio Transat en Egipto, van en búsqueda de la memoria de los travestis de El Cairo y Beirut, a través de los textos, las fotografías, las presentaciones de lugares desaparecidos y olvidados. “Nuestro objetivo es crear fuentes en lengua árabe para hablar de nuestra historia”, explica Mohamad Abdouni, quien encontró por ejemplo numerosos documentos sobre bailes trans en el Líbano en los años 1970-1980. “Cada encuentro, cada testimonio encontrado es como una historia de amor”, señala con gracia.

Del mismo modo, en Jordania, Khalid Abdel-Habi muestra desde hace más de 14 años un rico panorama de los artistas queer de toda la región en su revista My.Kali. Con ironía y talento, su revista, que puede visitarse parcialmente en línea, pone en escena a íconos queer occidentales como Jane Fonda en Barbarella en 1968, o árabe-musulmanes como el artista canadiense-marroquí Mehdi Bahmad, sublime músico y bailarín. Pero estos mascarones de proa de la cultura conviven en My.Kali con artículos sobre la solidaridad de los LGBTI+ de la región con los palestinos, y no solamente con los homosexuales palestinos. “Quise construir nuestra voz queer sin imitar a los occidentales”, resume Khalid Abdel-Habi, a cargo de la dirección artística de la revista jordana.

La tunecina Rania Arfaoui, directora del colectivo Mawjoudin [Existimos], y el palestino Omar Khatid, director de promoción de la organización alQaws, por su parte, colocarán la convergencia de las luchas por la identidad, los derechos, contra el colonialismo, el capitalismo y las desigualdades en el centro de sus discursos militantes. “Nuestro combate es el de Palestina”, explica Omar Khatid. “La violencia capitalista y la violencia colonial son la misma cosa; no existe una línea de demarcación entre una violencia y otra. Todas las luchas son legítimas”. Posición que comparte la tunecina Rania Arfaoui, quien “busca combatir la herencia del colonialismo, especialmente de los artículos punitivos como el 230 del Código Penal tunecino, sin por ello entrar en los esquemas homonacionalistas de los países occidentales que agravan la situación de los queer del Sur instrumentalizando el combate por sus derechos”. Omar Khatid completa: “Ser queer es nuestra identidad, y debemos tener nuestro lugar en Oriente Medio y el Magreb. Se puede ser musulmán y queer; tenemos nuestra cultura, nuestra historia, aun cuando exista mucha estigmatización. Pero tampoco existe un código queer universal, uno no está obligado a identificarse con la cultura queer blanca, nuestra intención es primero llegar a nuestra comunidad”.

“Se deben crear espacios para las personas queer”, agrega, por su parte, la militante yemenita Hind Al-Eryani, “la lucha por los derechos y el cambio debe venir de los cimientos que deben construir sus propias comunidades”. De todos modos, el objetivo para estos militantes y actores culturales es difícil: “Seguir con vida para tener el derecho de existir”, resume Hind Al-Eryani, quien vive en el exilio, pero sigue luchando en favor de los LGBTI+ de su país, en un contexto de guerra particularmente trágico.

Fuente: CTXT

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