Por Nicolás Mansutti*

No es novedad que atravesamos como sociedad momentos de conflictos y crisis. Desde el confinamiento al que nos ha llevado la pandemia surgida en los últimos meses, hasta las grandes catástrofes generadas por la utilización imprudente, para decirlo sutilmente, de los recursos naturales, pasando por las masivas protestas que surgen alrededor del globo entero por diferentes razones, aunque con el denominador común de manifestar algún tipo de disconformidad con las desigualdades que genera el sistema en que estamos insertos. Esta realidad histórica, nos atraviesa a cada uno de una u otra manera, e influyen y modelan en cierta forma nuestra realidad cotidiana, nuestros pareceres, nuestros deseos y también nuestras maneras de manifestar el padecimiento.

Para Freud, existía en el sujeto un constante conflicto entre el impulso a la descarga de sus energías sexuales o pulsiones y la moral social, lo cual llevaba al ser humano a dos posibles salidas: o la sublimación, que consiste en trasladar esa energía y ligarla a actividades u objetos socialmente aceptables; o el síntoma, entendido este como un acto nocivo o inútil que el sujeto realiza contra su voluntad, experimentando displacer, sufrimiento y a veces, incluso dolor, que agotan su energía psíquica, a veces al punto de incapacitar para realizar otras actividades.

Ya en 1895, en sus primeras publicaciones, desarrollaba la teoría de que todos los síntomas poseen un sentido inconsciente, aunque el sujeto lo ignore, llevando así, al ser humano como especie a su tercera caída narcisista, poniendo en duda incluso, nuestra noción de libre albedrio, ya no por un destino marcado por los dioses, sino, por el hecho de que, como sujetos, no somos del todo amos de nuestra voluntad.

El primer golpe al narcisismo del ser humano (occidental), fue dado por Galileo Galilei, quien con el desarrollo de su teoría heliocéntrica, confrontó el mito de que la tierra era el centro del universo, idea instalada hasta el momento en una sociedad regida por los ideales de la religión; el segundo golpe al narcisismo del ser humano, es el que da Charles Darwin, quien postula, con su teoría de la evolución, en la que el ser humano deja de ser concebido como un ser de naturaleza divina, y pasa a tomarse como un ser natural igual a cualquier otro animal; y el tercero es el mencionado anteriormente, la postulación de un inconsciente, que opera en nosotros como “un saber que no se sabe que se sabe”, y que nos determina en nuestro actuar, sentir, pensar, desear, sufrir, e incluso, sintomatizar.

 Este será uno de los pilares de su obra posterior, y permitirá muchos desarrollos, ya que funda un nuevo campo de conocimiento, hasta entonces ignorado por el campo de la ciencia.

Esta formación de compromiso, es universal porque nos sucede a todos, en mayor o menor medida, al menos a quienes hablamos. Es por eso que se dice que hoy en día, las consultas predominantes se entraman en las discursividades sociales.

¿Qué quiere decir esto?

Que las definiciones psicopatológicas, las explicaciones y por ende también las soluciones que se buscan, o los tratamientos que se brindan a las problemáticas que surgen en el campo de la llamada salud mental, se postulan siempre en determinados marcos socio históricos y tienen, con su impronta ideológica y con sus posibilidades y limitaciones, una visión de la realidad que siempre es un recorte parcial.

En este marco, se pueden ver en las consultas, problemáticas de índole muy variado: anorexias y bulimias; adicciones; consultas de pacientes con HIV; diferentes formas de violencia, contra sí mismo o terceros; ataques de pánico; fenómenos llamados “psicosomáticos”; problemáticas vinculares de varios tipos; depresiones; problemáticas en la niñez ligadas a conflictos o separaciones familiares; etc.

Estas consultas, por lo general responden a dos criterios fundamentales: el primero es el sufrimiento, o padecimiento; y el segundo, al eje sobreadaptacion – desadaptación a los “prototipos sanos”, o lo que se llama comúnmente, la normalidad, entendiendo a la misma como modalidades subjetivas que responden a ideales predominantes, estimulados y reconocidos socialmente.

A modo de ejemplo, se pueden mencionar el surgimiento de nuevas redes sociales, como Tinder, Happn, Badoo, etc., las cuales establecen una especie de “góndola de cuerpos”, donde el usuario selecciona, cual objeto de consumo, a las personas que le gustan y desecha a las que no. Esto es un fenómeno de época, de esta época post moderna que pregona vínculos leves, con escasos compromisos y obligaciones, donde el otro es intercambiable y prescindible. Es la sobreadaptación a estos imperativos de la época en que vivimos (juventud, belleza, diversión, superficialidad) y la consecuente desestimación de la interioridad, la que conduce no pocas veces a patologías que terminan buscando respuesta en los consultorios de los profesionales de la salud mental. A partir de aquí, es que surge un derrotero de posibilidades y de opciones, por las que cada sujeto transitará intentando lidiar con su síntoma.

*Lic en Psicología MPCH 1034. Trabajador de área externa en salud mental de la jefatura de Salud Mental del Hospital Regional de Comodoro Rivadavia

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