Por Tatiana Fernández Santos
Si después de tres meses de aislamiento social, preventivo y obligatorio en algunas zonas del país muchas personas manifiestan «no aguantar más», expresan la constante necesidad de salir y lo agobiante que es la permanencia entre cuatro paredes, ¿qué pasa con las personas que padecen sufrimiento mental y pasan sus vidas encerradas en asilos psiquiátricos? ¿Es el encierro la única alternativa? En Argentina, hay una provincia donde los manicomios están prohibidos por ley desde 1991 y se trabaja desde la atención comunitaria.
La provincia de Río Negro sancionó y promulgó en el año 1991 la ley provincial 2440 de promoción sanitaria y social de las personas que padecen sufrimiento mental —actualizada en el año 2018 por la ley provincial 5349—. Se trata de la única provincia en el país que logró la transición de un modelo de salud mental basado en el encierro a un modelo de inserción comunitaria que trabaja desde los hospitales generales.
De acuerdo a Hugo Cohen, uno de los redactores de la ley 2440 y jefe del programa de salud mental de la provincia entre 1985 y 2000, en El Bolsón se encuentra uno de los mejores servicios de la región.
Adriana Iribarren, psicóloga del Hospital de área de El Bolsón desde 1994, habló con Escritura Feminista acerca de cómo se gestó la desmanicomialización: «Hace 32 años se cerró el único psiquiátrico que funcionaba en la provincia a partir del compromiso de los equipos de salud mental de no derivar a las personas que padecían sufrimientos mentales al psiquiátrico y del compromiso de atenderlas en su localidad de origen».
La ley 2440 prohíbe la habilitación y el funcionamiento de manicomios, neuropsiquiátricos o cualquier otro equivalente —públicos o privados— en Río Negro y concibe a la internación como último recurso, luego de que se agoten todas las formas y posibilidades terapéuticas previas. Los hospitales de la provincia cuentan con equipos interdisciplinarios de salud mental que garantizan la atención las 24 horas por medio de guardias pasivas y activas, según la localidad.
También se suman en los equipos interdisciplinarios personas de la comunidad que se formaron como operadores en salud mental comunitaria. «Los operadores son los pilares, son las personas que están codo a codo con las personas que tienen sufrimiento mental y las acompañan en la búsqueda de una vivienda, de un lugar en la comunidad, en que se genere la pensión por discapacidad y en el acompañamiento en la búsqueda de trabajo», nos cuenta Iribarren.
DESMANICOMIALIZACIÓN Y DERECHOS HUMANOS
El modelo rionegrino de salud mental está basado en un trato respetuoso de los derechos humanos de las personas que padecen sufrimiento mental —ppsm— y trabaja con dispositivos de atención comunitaria para que los usuarios puedan trabajar, participar de actividades culturales y recreativas y así expresarse. En el año 1991 ya se prohibía por ley en Río Negro el uso del electroshock, práctica que aún persiste en otros lugares del país y que no está prohibida de manera explícita en la ley nacional de salud mental 26.657.
LA IMPORTANCIA DE DISPOSITIVOS INTERMEDIOS
Sandra Caccavo, coordinadora del Servicio de Salud Mental Comunitaria de El Bolsón, participó el sábado pasado del conversatorio «La desinstitucionalización ayer y hoy: Análisis y Prácticas para una vida sin manicomios», donde relató de manera cronológica la experiencia de la desmanicomialización en El Bolsón.
Caccavo habló sobre la necesidad de abrir la atención a otros lugares para las personas que salían de crisis y pasaban mucho tiempo solas en sus casas: en 1993 «se abrió el hogar de tránsito, donde nos juntamos, se comparten almuerzos, se comparte mate. Tiene el espíritu de compartir y de recuperar las habilidades que por alguna crisis severa se puedan haber perdido. Se lava la ropa, se juega a las cartas, y entre todos tenemos el compromiso de mantener ese lugar. El hogar es del hospital y el Ministerio provee los recursos para el sostenimiento del espacio».
Asimismo, desde los servicios de salud mental se empezaron a buscar microemprendimientos o espacios laborales en cada localidad. En El Bolsón se conformó una cooperativa de trabajo que participó de licitaciones públicas a partir de las cuales se generó empleo para los usuarios y usuarias de salud mental. «La inserción laboral de las personas con padecimientos mentales es sumamente importante», asegura Caccavo.
Entre las estructuras intermedias, existen en la provincia de Río Negro empresas sociales, casas de medio camino, hogares de día, hogares de tránsito, salones de usos múltiples que tienen distintos nombres según la localidad. Adriana Iribarren explica que:
«En El Bolsón, la idea es que la gente no duerma en esos espacios, sino que tenga su casa. Acá hay un hogar de tránsito, hay un SUM, que se transformó en el 2010 en un centro cultural y que es un espacio de encuentro de distintos talleres desde donde se construye subjetividad y se establecen lazos sociales. Estos espacios son fundamentales para que las personas que padecen de sufrimientos mentales puedan sostenerse en la comunidad».
LA DEUDA SOCIAL DE LA LEY NACIONAL DE SALUD MENTAL
Pero ¿qué sucede en el resto del país? A diez años de la ley nacional de salud mental 26.657 y a siete años de la reglamentación que fijaba el año 2020 como fecha límite para cerrar los neuropsiquiátricos del país y sustituirlos por la atención en los hospitales generales y atención comunitaria, aún existen 42 hospitales psiquiátricos públicos y el tiempo de internación promedio es de 8 años.
El informe Vidas arrasadas (2007) del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) documenta cómo en los asilos psiquiátricos de Argentina las personas son segregadas y aisladas y se perpetran violaciones a los derechos humanos. De acuerdo al trabajo del CELS, más de un 80% de las 25.000 personas que están detenidas en las instituciones psiquiátricas en el país —datos de 2007— son encerradas durante más de un año y muchas son encerradas de por vida.
Investigación realizada por el CELS sobre la situación de las personas alojadas en asilos psiquiátricos del país.
Fuente: Escritura Feminista