Por Pablo Fernando Quintana.

Organizaciones como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos Esquel y la Asamblea de Vecinos Autoconvocados por el No a la Mina repudiaron los ataques perpetrados en la tarde del martes 26 de junio por parte de integrantes de la policía del Chubut contra los trabajadores que estaban a las afueras de la Casa de Gobierno mientras funcionarios y representantes de los gremios estaban reunidos por paritarias en el interior de Fontana 50.

“Por la presente, deseamos expresar nuestra solidaridad con los docentes que fueron agredidos y quienes hace más de 100 días acampan frente al Ministerio de Educación en busca de una solución al conflicto, y exigimos el cese de la represión como método de resolución de los mismos”, dice el manifiesto de la Asamblea contra la megaminería de Trevelin.

En tanto, la APDH Esquel sostiene que “la criminalización y la represión se transforman en el mecanismo para callarnos, para ‘normalizarnos’, como por ejemplo el ataque a los compañeros y compañeras en Rawson que intentan defender no solo su trabajo en condiciones dignas sino también el derecho a la educación del pueblo, somos los trabajadores quienes nos oponemos a este modelo que nos excluye y nos intenta transformar en meros esclavos. Porque este Estado favorece a los intereses de los actuales dueños reales de la tierra: los terratenientes, extranjeros en su mayoría, y los monopolios petroleros y mineros, que permanentemente saquean y depredan nuestros bienes comunes”.

Frente a estas miradas se contrapone la del gobierno provincial que a través de su ministro  Federico Massoni intentó minimizar los hechos al señalar que sólo hubo un intento de persuadir para despejar las entradas de la Casa de Gobierno y la Residencia Oficial. “Hubo un solo disparo de gas lacrimógeno para disuadir a quienes se manifestaban interrumpiendo el ingreso y egreso”, espetó el calvo funcionario.

Sólo la cobardía tiene una mirada parcial de hechos violentos. O una mirada absolutamente indiferente. Según William F. Stone en su libro “Manipulación del terror y autoritarismo, Psicología Política”, son las personas autoritarias, débiles psicológicamente, con identidades poco desarrolladas y por tanto, necesitadas de una autoridad superior que las proteja y guíe, las más manipulables por el terror inducido o provocado por el poder establecido.

De esta manera se transforman en los cimientos de un proceso autoritario, que responde a la jerarquía y la disciplina.

Por suerte y como contrapartida está la unidad de los trabajadores que desde hace más de tres meses están brindando un proceso pedagógico desbordado de dignidad.

Sin embargo, a decir de Paulo Freire «el gran problema radica en cómo podrán los oprimidos, como seres duales, inauténticos, que ‘alojan’ al opresor en sí, participar de la elaboración, de la pedagogía para su liberación. Solo en la medida en que se descubran ‘alojando’ al opresor podrán contribuir a la construcción de su pedagogía liberadora. Mientras vivan la dualidad en la cual ser es parecer y parecer es parecerse con el opresor, es imposible hacerlo. La pedagogía del oprimido, que no puede ser elaborada por los opresores, es un instrumento para este descubrimiento crítico: el de los oprimidos por sí mismos y el de los opresores por los oprimidos, como manifestación de la deshumanización”.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *