Por Jorge Rojas.

 

El 21 de diciembre de 2004, Sebastián Piñera adquirió los terrenos donde un año después inauguraría el Parque Tantauco. Lo hizo a través de una compra en Panamá, lugar donde días antes, la parte vendedora había creado una sociedad offshore, para evitar el pago de impuestos en Chile. Piñera estuvo de acuerdo con que eso sucediera. También tenía plena conciencia de que una parte importante de la tierra era demandada por las comunidades huilliche de la isla. El obispo de Ancud, Juan Luis Ysern, se lo había hecho saber antes de que cerrara el trato, pero él no lo tomó en cuenta. “Las comunidades no saben que este fue un negocio que se hizo en Panamá. Esto demuestra que la especulación de la tierra huilliche siempre ha estado vinculada a empresarios y no a conservacionistas”, explica Raúl Espoz, asesor del Consejo General de Caciques de Chiloé.

 

Sebastián Piñera llegó a Quellón escoltado por una comitiva. El ingeniero forestal Juan Salazar asegura que fue a comienzos de enero de 2005, pero no recuerda con exactitud el día. Pocas semanas antes, el entonces empresario había adquirido 118 mil hectáreas de bosques y cerros al sur de la isla de Chiloé, y Salazar era el único que conocía el territorio de punta a cabo. Por más de siete años había sido representante de Jeremiah Henderson, el norteamericano que había vendido la tierra. Aquella reunión era su último trabajo para él: “a mí me llamó alguien de Bancard y me dijo que Piñera quería conocer lo que se había comprado”, recuerda. Salazar sabía de Piñera lo que hasta entonces aparecía en las noticias: que era empresario, había sido senador, y que ahora quería postularse a la presidencia durante las elecciones de ese año. Desconocía el objetivo de la compra y cuál había sido el precio de la transacción. Su encuentro con él era casi simbólico. Tenía que llevarle los planos, algo así como entregarle las llaves de la casa nueva. “Llegué a un restaurante y estaba sentado. Todos habían comido recién. Comencé a desplegar los mapas, pero no cabían en la mesa. Así que salimos a la calle”, agrega. Frente al restaurante, Salazar y Piñera estiraron los cinco pliegos que delimitaban los fundos que había comprado: Coldita, Yaldad, Asasao, Inío, y Quilanlar, 118 mil hectáreas puestas en tres metros cuadrados de papel estirado sobre el pavimento. Piñera miraba desde una esquina y hacía preguntas sobre el lugar. Salazar le explicó los caminos y las rutas a las lagunas. Luego se despidió de él. Un año después de aquella reunión, Piñera inauguraría allí el Parque Tantauco, una reserva ecológica sobre la cual siempre alardea sobre su belleza. “El parque es lo más parecido al paraíso terrenal que he encontrado en este mundo”, dijo en mayo de 2014, durante la presentación de un libro de fotografías. No era la primera vez que Piñera mencionaba la palabra ‘paraíso’ para referirse a Tantauco. En agosto de 2005 había dicho algo similar en una entrevista en radio Cooperativa, en respuesta a una indagación que la PDI había realizado sobre la compra de los fundos, por tratarse de un territorio en disputa con comunidades huilliche: “Estoy absolutamente sorprendido y también indignado. El parque de Chiloé es una maravilla, un verdadero paraíso terrenal”, dijo esa vez. Lo que Sebastián Piñera nunca ha contado, es que hay otro ‘paraíso’ vinculado a su emprendimiento ecológico. Uno a través del cual se materializó el negocio de las tierras: Parque Chiloé Overseas INC, una sociedad offshore creada el 16 de diciembre de 2004 en Panamá, que sirvió de vehículo para traspasar la propiedad. Un raro enjuague que puso en movimiento una prolija ingeniería tributaria que le ahorró millones de impuestos a la parte vendedora. Negocio con el que Piñera estuvo de acuerdo: “esa operación no se hizo acá, la venta fue afuera, pero no sé cuáles son las sociedades que intervinieron”, asegura un abogado que participó de la transacción. Las comunidades huilliche nunca se enteraron que el 15% de la Isla de Chiloé, donde estaba incluido un gran porcentaje de la tierra ancestral que reclamaban, había sido vendido en Panamá, a casi seis mil kilómetros de distancia. Sebastián Piñera estaba a pocos días de inaugurar el acceso norte del Parque Tantauco, en el verano de 2008, cuando un grupo de aproximadamente 50 familias huilliche de la comunidad Weketrumao, armaron un campamento en la entrada de la reserva y cortaron el camino. La protesta buscaba visibilizar la lucha histórica por la recuperación de una porción de las tierras que Piñera pensaba destinar a la conservación. “Queríamos que él reconociera que se había comprado territorio indígena usurpado”, recuerda Hilda Huenteo, presidenta de la comunidad en aquella época. Los huilliche estuvieron dos meses acampando en la entrada del parque. Weketrumao era una de las comunidades más emblemáticas de la isla. Sus miembros reclamaban la propiedad de un amplio sector del parque, amparados en títulos llamados “Potreros realengos”, que habían sido entregados pocos años antes de 1823, cuando comenzó la retirada de los españoles. Según esos documentos, cerca de 35.000 hectáreas fueron repartidas entre seis comunidades históricas de la isla. Territorio que fue reconocido en 1826, cuando Chiloé fue anexado a Chile mediante la firma del Tratado de Tantauco, suscrito por representantes de la corona y autoridades del Estado. En sus artículos 6 y 7, el acuerdo especificaba que las propiedades de los individuos del ejército real y de todos los habitantes de la provincia serían “inviolablemente respetadas”. Situación que luego fue desconocida. A partir del 1900, en lo que se conoce como la “Gran inscripción fiscal”, los títulos realengos de los habitantes de la parte sur de la isla no fueron reconocidos. No está clara la explicación que las autoridades de la época dieron para su rechazo, pero sí que a partir de 1923, varios sectores que pertenecían a las comunidades fueron vendidos o licitados a privados. Uno de ellos, por ejemplo, era la Sociedad Explotadora de Chiloé, empresa que se quedó con la propiedad de los fundos Yaldad, Coinco, Coldita, Coigüin, Guapipulli, Inío, Quilanlar, Asasao, y Weketrumao, tierras que en 1968 fueron traspasadas al conde francés Timoleón de la Taille, quien fracasó en su intento por explotar los bosques. Lo más lejos que Timoleón llegó, fue hacer una sociedad donde puso todos los activos: Forestal Hawarden, creada en 1991, pero que nunca operó como tal. “Cuando Timoleón se murió, sus herederos quedaron con una deuda muy grande y la Fundación Chile les ofreció hacer un negocio internacional con las tierras”, recuerda Raúl Espoz, ingeniero forestal y asesor del Consejo General de Caciques de Chiloé. La idea era licitar un proyecto al que llamaron “Astilla, Puerto Carmen”, negocio que incluía la venta de la Forestal Hawarden y con ella las 118 mil hectáreas. Jeremiah Henderson, compró la tierra a travez la compañía Continental Pacific LLC, empresa creada en Alabama, Estados Unidos. Henderson era un exótico para la zona. Tenía el pelo rubio, vivía en Hawai, usaba guayaberas, y era propietario de varios terrenos alrededor del mundo, a los cuales buscaba sacarle alguna utilidad. Generalmente revendía, pero a Chiloé había llegado a explotar. Aquella fue la principal razón por la cual nunca se llevó bien con las comunidades. “Jeremiah Henderson era un traficante de tierras. El hombre se dedicaba al comercio, no era ningún filántropo ni ecologista”, recuerda Héctor Leiva, exprofesor de la escuela Kuma Ruka, de la comunidad Weketrumao.

 

Jeremiah Henderson no conocía a nadie en Chile, cuando en 1997 contrató al ingeniero forestal Juan Salazar, como su representante en la isla. Henderson apostaba a convertirse en el primer empresario en explotar el bosque de aquel territorio, luego de los intentos fallidos de la Sociedad Explotadora de Chiloé y de Timoleón de la Taille. Desde su llegada sólo recibió críticas. Uno de los primeros en oponerse a su idea fue el obispo de Ancud Juan Luis Ysern, quien junto a Raúl Espoz comenzaron a asesorar a los indígenas: “El proyecto tenía un defecto, porque el bosque de Chiloé por ley no se podía talar como se había licitado”, explica Espoz. Henderson se sintió estafado. No sólo no podía tocar el bosque, sino que además la tierra venía con gente viviendo adentro, por lo que en octubre del año 1999 decidió poner en remate toda la propiedad. La puja estaba pactada para el 10 de diciembre de ese año en la ciudad de Miami, Estados Unidos. Douglas Tompkins, que conocía a Henderson y también al obispo, aconsejó a éste último para que organizara a las comunidades y compraran los fundos. Ysern elaboró un proyecto de recolección de recursos y lo presentó a los huilliche, que optaron por crear una fundación llamada “Comunidad Quilán”, para mandar al cura a negociar. La subasta, sin embargo, nunca se realizó. Dos días antes de la fecha, Henderson y el gobierno llegaron a un acuerdo para permutar 5.000 hectáreas de la propiedad, donde se ubicaba la Comunidad Piedra Blanca, por una isla deshabitada de igual tamaño llamada San Pedro. El asunto dividió al resto de las comunidades que no fueron contempladas en la negociación. La regularización liberó un poco de tensión, pero Henderson no consiguió que su proyecto rentara. Intentó parcelarlo para venderlo por partes. Juan Salazar recuerda que él mismo recorrió todo el territorio viendo la factibilidad de subdividirlo. Hicieron caminos, pero nunca hubo interesados. “Fue una locura. Agarró un mapa y lo cuadriculó en parcelas. El plano tenía como dos mil sitios. Era absurdo. No tenía pies, ni cabeza. Jeremiah nunca tuvo mucha claridad de qué hacer con el terreno”, cuenta un exabogado suyo. El 2001, Jeremiah puso nuevamente a la venta los fundos. Lo anunció en una entrevista en el diario La Tercera. Desde su casa en Hawai, dijo que el país tenía demasiados problemas y el gobierno no apoyaba la inversión extranjera: “Todos me decían que Chile era un buen país para invertir, pero es mentira”. Henderson no sólo estaba molesto por el cambio en las reglas del juego, sino que también por esta confrontación constante con las comunidades. “Algunas personas parece que quieren retornar a la situación que se vivía en el país en 1972, cuando estaba Salvador Allende”, agregó. Jeremiah Henderson había tasado sus terrenos en US$ 8 millones. Los cinco millones que decía haber gastado en la compra, más otros tres que había invertido. Quienes formaron parte del equipo negociador aseguran que hubo muchos interesados, entre ellos el mismo Douglas Tompkins, pero el elevado precio lo hizo desistir. Hasta que a mediados de 2003, Sebastián Piñera manifestó su interés. Según ha dicho el expresidente, todo habría surgido luego de una conversación que tuvo durante ese año con el dueño del Parque Pumalín: “Visitamos con mi familia a Douglas y Kris Tompkins y quedamos fascinados y a la vuelta veníamos volando por esta zona, y descubrimos que la parte sur de la Isla de Chiloé estaba totalmente virgen, prístina, cristalina, y pensé que era un deber de conciencia conservarla”, dijo Piñera en un video que subió a su perfil de Youtube el 20 de enero de este año, invitando a conocer el parque.

 

Tompkins le advirtió a Piñera que si tenía pensado ir por las tierras de Henderson, primero debía hablar con el obispo, que entonces había sido declarado por el Consejo General de Caciques como un huilliche más. Ysern recibió el llamado de Piñera a mediados del año 2003. “Monseñor le dijo que parte de esas tierras estaban siendo demandadas por las comunidades de Inío y Weketrumao y que si se compraba los fundos él debía atender esta situación”, recuerda Raúl Espoz. Las negociaciones prosiguieron durante todo el segundo semestre del 2003 y el primero de 2004. Hasta que en junio de ese año, cuando ya parecían haber llegado a acuerdo, una empresa constructora demandó a Jeremiah Henderson por el no pago de unos trabajos. Durante un par de meses, la Corte de Apelaciones de Valdivia prohibió cualquier transacción mientras no se regularizara el pago, lo que ocurrió a fines de ese año. Fue entonces que Piñera afinó los detalles para la compra. Por esa época, desde Bancard se comunicaron con el sacerdote para decirle que ellos estimaban que el conflicto por el territorio era un problema que el Estado debía resolver. Ysern les dio a entender que valoraba que los fundos hayan quedado en manos de un chileno y no en el extranjero, pero el cura estaba equivocado.

 

La operación para el traspaso de las tierras comenzó oficialmente el 16 de diciembre de 2004, cuando el abogado panameño Rolando Candanedo Navarro, creó en su país una sociedad al portador llamada Parque Chiloé Overseas INC. Candanedo, un hombre con muchos amigos en Chile y más de tres mil sociedades en Panamá, actuaba como ‘agente residente’ de la sociedad Continental Pacific LLC, la compañía de Henderson y sus socios. Parque Chiloé declaró un capital inicial de US$ 3 millones y su directorio quedó constituido por otros dos abogados del estudio: su hijo Rolando Candanedo Deneken y María Pimentel Montero, ambos panameños. En los días siguientes, la sociedad tomó control sobre las 389.851 acciones de la Forestal Hawarden. El trato se cerró el 21 de diciembre de 2004, día en que se firmó el acuerdo de compra y venta, se traspasó la sociedad, y se eligió un nuevo directorio. La operación completa quedó registrada en siete escrituras que fueron firmadas en la notaría de Eduardo Avello Concha, en Santiago. Los documentos revelan que Piñera adquirió los terrenos de Chiloé a través de Bancard International Investment INC, una sociedad con domicilio en Islas Vírgenes, creada en 1997. Esta compañía, según una investigación de Ciper Chile, le entregaba poderes a Sebastián Piñera para que operara en su nombre, tal como lo hizo en marzo de 2004, nueve meses antes de que tomara el control de Parque Chiloé Overseas INC. A cargo de la compra aparecía Juan Luis Rivera Palma, ingeniero comercial de la UC, MBA en Harvard, y gerente general de Bancard. “Por instrumento privado otorgado con esta fecha, la sociedad denominada Continental Pacific LLC, vendió a Bancard International Investment la totalidad de las acciones de la sociedad denominada Parque Chiloé Overseas INC, constituida y existente de conformidad con las leyes de la República de Panamá, por el precio que estipula dicho contrato, el cual se pagó al contado con plena satisfacción del vendedor”, decía una de las escrituras, sin especificar el valor final. La operación, según explica un abogado tributarista, evitó que Jeremíah Henderson pagara el impuesto a la renta y diluyó en el futuro los tributos que Sebastián Piñera debería pagar si alguna vez decide vender el parque: “como la dueña de la sociedad ahora está en el extranjero, debe tributar de acuerdo a las leyes de Panamá, por lo que estas tierras nunca más van a pagar impuesto a la renta en Chile”, asegura.

 

Luego del trato, ese mismo día 21 de diciembre de 2004 se llevó a cabo una Junta Extraordinaria de Accionistas de Forestal Hawarden, en donde se acordó dividir la sociedad en dos compañías: una continuadora legal que se llamaba igual y otra de nombre St. Peter Island, donde Henderson conservó la Isla San Pedro. En la misma sesión, se eligió un nuevo directorio. Fue la primera vez que aparecieron los nombres del expresidente, su hermana, y su cuñado: “Los accionistas acordaron por unanimidad designar a los señores Miguel Juan Sebastián Piñera Echeñique, María Teresa Magdalena Piñera Echeñique, y Gustavo Javier Valdés Valenzuela, como directores titulares de Forestal Hawarden S.A.”, decía la escritura. Las nuevas autoridades designaron a Sebastián Piñera en el cargo de presidente y a Juan Luis Rivera como gerente general. Un mes después, el 14 de enero del 2005, durante otra junta de accionistas, Piñera recomendó cambiarle el nombre a la Forestal por el de Parque Chiloé S.A., una sociedad que se llamaba muy similar a la que tenía en Panamá. En esa escritura quedó registrado por primera vez la estructura de los nuevos dueños: Parque Chiloé Overseas INC, con 389.850 acciones, y Agrícola y Ganadera Los Corrales S.A., con una acción. Esta última compañía estaba representada por Rafael Ariztía Correa, ingeniero civil de la UC, y Ana María Délano Abott, hermana del Choclo Délano. Los habitantes de Chiloé se enteraron del cambio de propiedad a través de la prensa y de un concurso. En abril de 2005, la Fundación Futuro, organización que era la cara visible del proyecto, llamó a los chilotes a votar por el nombre que debería tener el parque. No está claro cuál fue el motivo, tal vez lo hizo para congraciarse o bien para ponerlo en aprieto, pero Sebastián Piñera invitó al obispo Juan Luis Ysern a formar parte del jurado. El cura consideró que era una buena oportunidad para abrir el diálogo, pero las comunidades lo criticaron. El asunto se discutió en el Consejo General de Caciques de Chiloé, donde se resolvió que lo mejor era que renunciara. El 3 de mayo de ese año, Ysern le envió una carta a Piñera explicándole sus razones: “No sólo está el tema de los territorios usurpados por el Estado. Problema muy complejo porque, aunque legalmente esos terrenos estén en manos de otros propietarios, hay un problema de justicia sin resolver”, le escribió.

 

El obispo aprovechó la carta para ofrecerse como mediador en el establecimiento de una mesa de diálogo con las comunidades, y lo convidó a no olvidarse de los pueblos originarios. Como primer gesto, le pidió que abandonara la idea del concurso. Los caciques –le advirtió- estaban muy molestos por no haber considerado los nombres que esos lugares ya tenían. “Sería muy oportuno si usted manifiesta que, al haber conocido algunas reacciones provenientes del pueblo indígena con relación al nombre del parque, considere conveniente dejar sin efecto el concurso”, indicó. Piñera siguió adelante. Meses más tarde, un llamado de Douglas Tompkins alertó a Ysern de cual había sido el nombre ganador: “Parque Tantauco”, le dijo. Los huilliche se sintieron insultados. “Ese es el nombre del tratado donde se reconocieron los títulos realengos de las comunidades, y el obispo encontró que era una falta de respeto, y así se lo hizo saber a la fundación”, explica Raúl Espoz. Si había problemas –respondieron desde Santiago-, la alternativa era ponerle Parque Monseñor Juan Luis Ysern, el segundo nombre más votado. El cura no quiso arriesgarse a que algo así sucediera. “Ahí quedamos sin posibilidad de movimiento. Estaban pasando la máquina”, agrega el ingeniero forestal. Tantauco comenzó oficialmente a llamarse así en diciembre de 2005, cuando Parque Chiloé S.A. inscribió el registro de la marca en el ministerio de Economía. Luego comenzaron los trabajos para crear las instalaciones y los senderos. El acceso al parque se inauguró oficialmente en enero de 2006, cuando se estableció un sistema de ingreso a través del Fundo Inío, donde parte de la comunidad huilliche de ese lugar, que principalmente se dedicaba al comercio de algas, terminó empleándose. “A la gente le ofrecieron trabajo como recolectores de basura, porque el parque estaba muy sucio. Siempre el mensaje que les transmitían era que les iban a solucionar todos sus problemas, pero eso no fue así”, agrega Espoz. Hubo otros huilliche, sin embargo, que nunca aceptaron trabajar para Tantauco, como sucedió con un grupo de jóvenes de la comunidad de Weketrumao: “Querían que varias personas se fueran a vivir a Tantauco vestidos como huilliche antiguos, como una especie de aldea, para que los turistas se fotografiaran con ellos en sus rucas”, recuerda Héctor Leiva, exprofesor de la escuela Kuma Ruka.

 

Las divisiones de las comunidades diluyeron la demanda. El parque comenzó a tomar forma y el 2009 Sebastián Piñera lanzó su segunda candidatura presidencial. El programa había sido elaborado por un equipo de 1200 profesionales a quienes llamó “Grupos Tantauco”. La campaña visibilizó el parque, no así la demanda de los huilliche. Lo mismo ocurrió luego de ganar la elección. “Muchos pensaban que si Piñera asumía la Presidencia, y con ello la conducción del Estado, solucionaría el problema de la tierra, pero rápidamente se dieron cuenta de lo contrario”, explica Hilda Huenteo, expresidenta de la comunidad Weketrumao.  Cuando Piñera asumió la presidencia en el 2010 aclaró que de la única propiedad que no pensaba desprenderse era del Parque Tantauco. No lo consideraba una inversión, sino más bien un proyecto de conservación. Aquel año, su presencia en aquella sociedad quedó registrada en su declaración de intereses, donde indicó que de forma indirecta, a través de Inversiones Bancorp Limitada y su familia, participaba de la propiedad de Parque Chiloé S.A., omitiendo que también era dueño de Parque Chiloé Overseas INC, en Panamá. Aunque nunca paró de alardear sobre el parque, durante su gobierno Piñera se mantuvo alejado de ese lugar, mientras las comunidades disidentes intentaban reponer públicamente su demanda con ayuda del obispo Ysern. En una entrevista publicada el 2010, el cura interpeló al presidente para que se pronunciase respecto de su posición sobre las tierras de las comunidades huilliche, pero Piñera nunca lo hizo. Siendo dueño de la parte reclamada, no le convenía entrar en debate. “Nos convencimos de que mientras él fuera presidente nunca recuperaríamos los fundos”, recuerda Hilda Huenteo.

 

La desazón de ese grupo de comunidades que durante siglos de historia nunca había claudicado a su demanda, llevó al doctor en ciencia política Eduardo Mondaca, del Centro de Estudios Sociales de Chiloé, a publicar en marzo de 2013 una investigación titulada “Los despojados por el conservacionismo: el caso del pueblo Williche de Chiloé”. Mondaca buscaba evidenciar que la legitimación del despojo de territorios de los huilliche estaba relacionada con la “colonialidad del patrón de poder vigente”. A través de la historia de los traspasos de los territorios del Parque Tantauco, intentó constatar que para “los grandes referentes del conservacionismo chileno, los pueblos indígenas constituían ‘razas inferiores’”, como señaló el autor a The Clinic. “El Parque Tantauco es un proyecto violento, antidemocrático y de imposición de una lógica de expropiación relacionada, no sólo con la separación de los pueblos indígenas de sus medios de subsistencia, sino que también su obligada conversión en asalariados”, agregó. Según fuentes cercanas a Bancorp, el parque está lejos de ser lo que Mondaca plantea. Aseguraron a The Clinic que Tantauco es uno de los principales proyectos privados de conservación del medio ambiente y que no “busca generar utilidades, sino que preservar y dar a conocer este único lugar de nuestro país”. Sobre las razones de por qué se compró a través de una sociedad en un paraíso tributario, aseguraron que “la adquisición fue realizada según los términos que se negociaron con el vendedor” e indicaron que “Parque Chiloé Overseas INC se encuentra en proceso de cierre, para radicar sus activos en Chile, al igual que se está haciendo con otras filiales constituidas en el extranjero o inactivas del grupo de empresas”. Según explica un experto tributario, aunque Piñera hubiese estado de acuerdo en que la empresa de Henderson se ahorrara impuestos, no hay una falta por parte de él: “Sí es reprochable moralmente, porque contribuyó a una elusión”, argumenta. En su declaración de intereses de este año, Piñera nuevamente omitió informar que una sociedad panameña suya era dueña de los terrenos del Parque Tantauco, tal como lo hizo el 2010.

 

La única vez que el expresidente se ha referido al parque durante el 2017 ocurrió en Twitter. El 22 de enero pasado, Piñera escribió en su cuenta un saludo para su ‘obra verde’ más importante: “Parque Tantauco, al sur de Chiloé, cumple hoy 11 años. Su misión es proteger y conservar, para todos, la maravillosa naturaleza que Dios nos dio”. A los pocos minutos un seguidor valoró su espíritu ecologista: “Excelente iniciativa. Esa es la actitud. Usa tu plata para más parques en Chile y menos elusión en Islas Vírgenes”. Estaba equivocado.

 

Fuente: Theclinic.cl

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *