Por Estefanía Santoro

“Que arda el miedo”, “Ya no hay secretos” son frases que alcanzan un potencial profundo cuando se habla de abuso sexual. El miedo y los secretos, dos grandes obstáculos a derribar. Esas oraciones escritas de puño y letra se pueden ver en la pantalla mientras de fondo se escucha el fuego que crece cuando las sobrevivientes se unen. Una hoguera colectiva que se mantiene encendida con la lucha. Así finaliza el tráiler de La Reparación, la última película de Alejandra Perdomo, un documental que retrata la problemática del abuso sexual en la infancia y la adolescencia. Un relato coral que reúne diversas entrevistas a sobrevivientes, material que, además, es totalmente accesible para personas con discapacidad visual o auditiva.

Perdomo es documentalista, en 2016 dirigió “Cada 30 horas” película que aborda la violencia machista y pone en evidencia los métodos que utilizan los agresores para manipular a las mujeres. La Reparación, que se estrenará el próximo año en Argentina, fue seleccionada en el 36° Festival de Cinema Latinoamericano di Trieste Italia donde ya se proyectó.

Abuso sexual en primera persona

Mónica Cortinez es una de las protagonistas de esta película, lleva una trayectoria de más de 20 años lucha en la concientización social sobre los abusos sexuales contra niñes y adolescentes. Fue abusada por su abuelastro y cuenta que la situación que le causó mayor dolor en su vida fue enterarse que su hija también había sido abusada por su abuelo paterno.

Era 1998 cuando pudo advertir del abuso hacia su hija y un año después de recibir negativas ante la justicia logró realizar la denuncia. Fue un proceso difícil porque, además, debía enfrentar la violencia que sufría de parte de su pareja y padre de sus hijxs. “Yo ya venía de una familia violenta, cuando mi mamá y mi papá se separan nos fuimos a vivir con mi mamá y ella se juntó con un hombre violento. A los 18 años conocí al padre de mis hijas, estaba en una situación de manipulación absoluta, y me llevó a vivir con él a Ciudad Evita, quedé embarazada y la violencia empeoró. No tenía ingresos, dependía económicamente de él, no podía salir a trabajar porque tenía que cuidar a mis hijos y no tenía a donde irme. Cuando decidí separarme casi me mata, también abusó de mí.” Mónica hace una pausa, respira profundo, su voz se quiebra pero continúa: “Esa fue la última vez que me tocó, insistió en tener relaciones y le dije, que podía tener mi cuerpo, pero que nunca más me iba a tener para someterme.”

Con el permiso de sus suegrxs, Mónica construyó una pieza en el garaje de su casa para vivir con sus hijxs y alejarse de su agresor, nunca imaginó que su hija sufriría un abuso al igual que ella. Su ex pareja desaparecía y no cumplía con la mensualidad, no tuvo otra opción que salir a trabajar dejando a sus hijxs al cuidado de los abuelxs paternxs, durante esos momentos sucedieron los abusos. Su hijo del medio le contó y buscó ayuda. Del otro lado del teléfono, detiene su relato y rompe en llanto, dice que poder contarlo le trae una especie de alivio.

A partir de ese momento Mónica comenzó su camino de denuncia y en el año 2000 junto a un grupo de sobrevivientes de abuso y familiares formaron la asociación S.O.S Niños en Riesgo espacio desde donde comenzó a visibilizar su lucha contra el abuso sexual en la infancia y adolescencia. Participó de jornadas y congresos contando su testimonio en primera persona como sobreviviente. Su principal objetivo era concientizar a la sociedad y brindar herramientas de escucha y contención para les sobrevivientes.

“Así fueron surgiendo las primeras convocatorias del 19 de noviembre como el Día Internacional sobre la prevención de abuso sexual. En 2001 éramos muy poquitas, fuimos al Obelisco con la maestra de mi hija y con alguna otra familiar, nos instalamos con una sombrilla de colores y hablábamos sobre la prevención del abuso. Todo lo que hacía me nacía por desesperación porque en ese momento pensaba que solo nos pasaba a nosotras. Después cada año empezamos a ser más y se sumaron las organizaciones. Un 19 de noviembre también conocí a Alejandra Perdomo y le conté mi historia”, recuerda.

Mónica tiene disminución visual crónica, relata el calvario que vivió y lo que significa buscar una reparación: “La reparación total no existe, pero igual hay que exigirla. Reparación es que nos respeten, tener autonomía y dignidad, que a una la reconozcan como persona. Desde que me di cuenta de todo el maltrato que sufrí, entendí que me habían anulado como persona, yo necesito que me vean como un ser humano porque cuando era víctima no era nada, no tenía derecho a nada.”

Cuando se enteró que su hija fue abusada algunas personas llegaron a decirle: “¿Cómo no te diste cuenta”, esa parte de la sociedad que, o es indiferente o está para señalar con su dedo acusador, responsabiliza a una madre en lugar de marcar al verdadero culpable: “Estuve dos o tres años como una zombi por el impacto de confirmar que a mi hija le había pasado lo mismo que a mí, fue una catástrofe emocional y psicológica no poder evitar que ella sufra lo mismo que yo. Luego de que la justicia encontró culpable a mi suegro por el abuso, su defensa apeló a esa sentencia y antes que se resuelva falleció. Él les decía a todos los vecinos que yo estaba loca por eso cuando yo lo contaba nadie me creía.”

Hoy Mónica se encuentra esperando una resolución de conflicto por las situaciones de violencia que sufrió de parte de su ex pareja y que además se contemple la gravedad por su discapacidad visual. Continúa viviendo en el mismo lugar con la posibilidad de ser desalojada.

Como sobreviviente de abuso Mónica recomienda: “Escuchar a los hijos, observar sus costumbres, su hablar y no asustarse delante de ellos porque los hijos necesitan una persona que les pueda dar confianza. En ese momento no hay que asustarse, hay que seguirles la corriente y no como me pasó a mí cuando era chica. Cuando mi mamá me preguntó si mi abuelo me había tocado le dije que no por vergüenza. Ella no me había dado la confianza para decírselo, porque además yo no sabía si ella le iba a decir a mi papá o a mi abuela. Los hijos tienen que saber que esa persona va a estar para ellos, hay que construir ese lazo.”

Ya no hay secretos

Luego de realizar su película “Cada 30 horas” Perdomo notó que tanto en los relatos como en su investigación muchas de las mujeres que entrevistó habían padecido violencia también durante su infancia. Un 19 de noviembre de 2016 conoció a Mónica en Parque Lezama, “Me dí cuenta que el abuso sexual en la infancia era un tema del que se hablaba poco y además un tema sobre el cual la gente no quiere escuchar, como si no escuchando no sucediera.” La documentalista comenzó a transitar las calles durante las distintas marchas que los transfeminismos realizan cada año: 8 de marzo, 3 junio, 19 y 25 de noviembre, recopiló testimonios y se puso en contacto con sobrevivientes, así abordó una investigación que culminó en La Reparación.

¿Con que historias te encontraste?

–Las historias tienen muchos puntos en común, como la vulnerabilidad, el silencio pero a la vez tienen la singularidad por la manera en que es relatada por sus protagonistas. Hay diversidad de edades, de situación social y cultural, el abuso contra niñas, niños y adolescentes se da en todos los niveles y en todas las clases sociales, lo que derriba un montón de mitos porque a veces las personas dicen ‘eso pasa en las clases bajas’ y no es así. Desde la historia de Mónica, que aún hoy nos seguimos viendo, hasta la historia Roberto Piazza, abusado por su hermano y todo lo que el militó para poder llegar a una ley. También tenemos el testimonio de Daniel, sobreviviente de abuso de la escuela Próvolo para sordos. A través de su caso un montón de víctimas de esa escuela y de la Iglesia pudieron hablar.

¿Cómo fue el proceso de lograr una película accesible?

–Eso es algo en lo que trabajamos mucho para que sea absolutamente accesible a las personas sordas y disminuidas visuales. Para comunicarme con Daniel requerí de una intérprete. Me puse a estudiar lengua de señas. Hice un curso con Federico Skyes, un realizador audiovisual que es sordo para aprender a adaptar los materiales audiovisuales. Él es parte de Sordas Sin Violencias y me asesoró a hacer el subtitulado accesible. Para mí fue un aprendizaje enorme. Creo que es absolutamente necesario que quienes trabajamos en audiovisual comencemos a tomar conciencia que todos nuestros trabajos deben ser accesibles.

Perder el miedo

Otra de las voces que registró Alejandra en su documental es la de Santiago Bustince, un joven que se animó a contar su caso públicamente en 2018 después de la denuncia que realizó Thelma Fardin. Su padre Fernando Bustince, golpeó y abusó de él y sus dos hermanxs Martín y Catalina, durante al menos 12 años, mientras su mamá, María Fernanda Bertoncello sufría abuso psicológico y violencia física de parte de su pareja, padre de sus hijxs. El Tribunal Oral N° 5 de Quilmes, condenó a Bustince a cinco años y medio de cárcel por el abuso sexual agravado de sus hijxs, sin embargo, continuaba libre, protegido por pertenecer a una familia con poder económico y judicial de la localidad de Quilmes. Por ese motivo Santiago decidió hacer público su caso y nueve días después de la denuncia pública en sus redes sociales el abusador fue detenido.

Otra de las participaciones que incluye el documental es la del Colectivo de lucha contra el abuso sexual en las infancias, Yo Si Te Creo, sus integrantes concientizan, visibilizan y narran sus experiencias personales. La película tiene como hilo conductor el 19 de noviembre de 2019, la última jornada que permitió habitar las calles como lugar de encuentro y lucha antes del inicio de la pandemia.

La película incluye además el testimonio de Diana quien relata las dificultades que deben enfrentar las sobrevivientes ante la justicia. La joven debió volver a denunciar porque, al igual que tantas otras, su causa estaba cajoneada. «La pelí muestra cómo muchas veces la justicia parece que va en defensa de los agresores, lo vemos reflejado en los fallos. Las denunciantes de Cristian Aldana integrantes del colectivo Ya no nos Callamos Más, Felicitas, Charly, Ariel, también participaron y musicalizan una parte de la película. Hay una multiplicidad de voces, géneros y miradas, son sobrevivientes que pudieron levantar la voz y que demuestran que hay esperanza”, asegura Perdomo.

El documental también cuenta con la mirada pedagógica de profesionales especializadxs en la problemática, provenientes de diversas disciplinas, como Celeste McDougal docente de ESI, la psicóloga Eva Giberti y Virginia Berlinerblau, medica perito forense. “También participa Vinka Jackson escritora y psicóloga que habla de su historia personal, fue abusada en la niñez por su padre. Ella puede comprender desde otro lugar más allá de la teoría, es muy valioso su testimonio. Escuchar los relatos, poner la oreja realmente hace que uno puede cambiar y entender las violencias sin juzgar, y en mi caso me enojé absolutamente con la Justicia, con la Iglesia y con todo este patriarcado”, asegura Perdomo.

¿Qué crees que aporta el documental?

–Creo que puede ayudar a que se sigan multiplicando las voces y se siga hablando del tema, ponerlo en agenda. La película tiene una mirada muy crítica hacia la justicia, y no es casual, porque la justicia sigue siendo patriarcal, sigue invisibilizando y revictimizando a las y los denunciantes. Cada trabajo que sea con respecto a este tipo de temática siempre es ganancia, no importa las veces que se repita. Vamos a llevar esta película a todos lados: escuelas, universidades, sindicatos, pueblos de todo el país, como lo hicimos con la peli Cada 30 horas, creando espacios de reflexión. En cada conversatorio que hicimos siempre se acercaban las víctimas y nos contaban su experiencia y ahí mismo tratábamos de conectarlas o crear redes con la gente de cada ciudad para que las ayude. Con La Reparación ojalá podamos hacer lo mismo, ir plantando pequeñas semillitas. Sobre todo en las escuelas porque creo que la única manera de cambiar un poco las cosas es con la educación, empezar a trabajar con las chicas y los chicos adolescentes y preadolescentes y conversar este tema porque el 85% de los abusos contra las niñas y los niños se dan en el ámbito familiar más cercano y que se converse quizás puede animar a que una niña o un niño cuente lo que le está pasando o evitar un abuso.

¿Cuál crees que sería una forma de reparación para lxs sobrevivientes de abuso?

–Creo que en principio la primera reparación que una sobreviviente debe recibir es de parte de la Justicia. Porque si después de lo que vivió, de romper el silencio, denunciar, exponer su historia, si después de todas esas barreras que tuvo que cruzar, la justicia le da la espalda es letal. Hay heridas que pueden costar mucho en sanar, pero si además recibis un cachetazo de la justicia es terrible. Por otro lado, deben generarse más políticas públicas, el Estado debe brindar herramientas con contención, salud pública, acceso a tratamientos psicológicos gratuitos. Hay muchas cosas que se pueden reparar o que te acerquen a una reparación.

Fuente: P12

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