Por Alberto Larsen.

El críptico Adrián Maderna intensificó la actuación de su acercamiento con el gobernador Mariano Arcioni hasta llegar a un acuerdo para compartir boleta electoral en 2019. El deseo del dirigente más hipocondríaco de la política de Chubut es que la fórmula sea Arcioni–Alcalá. Alcalá es Lorena, la esposa del intendente de Trelew, quien de esta manera apostaría a tener control sobre la casa de las leyes mientras juega  a otro mandato en su ciudad. Carlos Linares y Ricardo Sastre avanzan con estrategias diferentes pero con un pacto de reciprocidad en el que cada uno cree a su manera. Gustavo Menna ve caer jirones de su imagen en manos del brutal ajuste macrista.

La táctica que diseña Maderna para tratar de desembarcar en la liga provincial de la política chubutense incluye no solo el intento de colocar a su propia esposa en la fórmula, sino también de negociar varios lugares claves para dirigentes de su confianza.

Entre los lugares que demanda está la Procuración General. Es sabido que el intendente trelewense no confía en absoluto en el ahora mediático Miquelarena, y quiere colocar en ese lugar a Chiche Barone, ex defensor oficial y además suegro de uno de sus dirigentes de mayor confianza (Juani Aguilar).

Según fuentes cercanas a Maderna, que sigue contando con asesores variados como Jorge Aidar Bestene, Norberto Yauhar y el sindicalista Héctor González, en el poroteo con Arcioni quiere quedarse con las delegaciones en Trelew y el Ministerio de Familia, entre otros. “Después de todo –aseguran en su entorno– le estamos aportando al gobernador su primera base territorial y la posibilidad de moverse en zonas controladas después de meses de parálisis de su gobierno”.

Habrá que ver si la suma de Maderna –con poder extendido en las zonas más complicadas socialmente y cruzadas por el delito de Trelew, pero con problemas para hacer pie definitivamente en la clase media– con Arcioni les sumará o restará votos en sus ciudades de origen. Algunas veces las sumas restan.

 

Linares y Sastre

 

Como bien anticipó hace unos meses Infoleaks, Ricardo Sastre sigue contando con el apoyo de influyentes sectores macristas nacionales para una potencial candidatura a gobernador. Es que Nación sabe que Chubut, territorio estratégico para sus intereses mineros, no puede perderse. Por eso, apuestan a “sostener” en la grilla a todos los candidatos no kirchneristas.

Por el momento, hay tres. El “oficial” es Gustavo Menna, quien además de no ser muy apreciado en la zona frigerista está sufriendo la picadora de carne de realidad que supone la caída brutal de Cambiemos en la provincia.

Está también el actual gobernador, Mariano Arcioni, quien aspira a hacer bien los deberes para poder llegar con posibilidades al 2019, con la ilusión de que la Nación vea que entre todas las opciones, él se posiciona como el “mal menor”, capaz de salir de la tormenta perfecta de la recesión y el endeudamiento además de aportar –sutilmente o no– al avance de la minería que Macri pregona en todo el mundo, desde los BRICS hasta el G 20.

Tras sacarse de encima el conflicto gremial que tanto lo desgastó, Arcioni tomó la iniciativa de plantar su candidatura a la reelección y se puso a elaborar un acuerdo provisorio con Maderna. Más allá del armado real y sus chances concretas, el gobernador apela a una lógica de hierro de la política.

Si anunciara ahora que en 2019 se va a la casa, perdería hasta el más mínimo respeto o consideración de sus adversarios –que son casi todos, en una provincia con dirigentes ávidos de poder que solo esperan que termine su mandato– y la gobernabilidad se iría al traste.

Por último, está Ricardo Sastre, que cuenta con un dilema: si termina acordando con Cambiemos, el voto anti Macri –que se incrementó notablemente en los últimos meses en la provincia, incluso entre los radicales que amagan con descolgar la boina blanca ante tanto atropello del PRO– hará que pierda una gran cantidad de potenciales adeptos.

Si va por el justicialismo, deberá posicionarse para terminar siendo candidato en primero o segundo lugar, lo que podría ocurrir o no supeditado a los movimientos de Carlos Linares. El intendente comodorense pasó de tolerar a Arcioni “solo por la gobernabilidad” a colocarse gradualmente en sus antípodas y criticarlo públicamente.

Además, se convirtió en el único dirigente con poder territorial que en Chubut enfrenta directamente a las políticas de ajuste macrista sin pelos en la lengua.

Ese rasgo, sumado a la capacidad de ahorro y gestión administrativa del Municipio que conduce, lo está colocando naturalmente en la grilla de candidatos como líder de la oposición. A eso se le puede sumar una virtud indirecta: siempre estuvo muy lejos de las cajas de Das Neves.

Sastre mantiene un pacto de convivencia con Linares, destinado a fortalecer el espacio peronista y evitar daños recíprocos mientras se aclara el panorama y se acerca 2019. El madrynense confía en que el comodorense no se muestra decidido a buscar la gobernación, aunque no descartaría tampoco ser vicegobernador si la ola de rechazo triple a Arcioni, Menna y Macri termina situando a Linares como el opositor “ideal”.

El realismo de Sastre lo llevaría en ese caso a un plan B nada desdeñable, ya que apostaría a no perder el “bastión Madryn” accediendo a acompañar a un candidato a gobernador comodorense con la condición de que Linares no avale a nadie que le haga sombra a Gustavo Sastre, su hermano y candidato a sucederlo en la intendencia.

El eje político Comodoro Rivadavia–Puerto Madryn –con notable potencial electoral si se suman en un armado coherente– nunca consolidó un proyecto aglutinador que pueda instalar una fórmula propia en Fontana 50, y eso facilitó la tarea de la máquina de acumular poder que Maestro y Das Neves supieron manejar con eficiencia casi despótica durante años. Tal vez sin un acuerdo programático visible, Linares y Sastre logren colocar esa fórmula en agenda. Siempre que no los devoren “los de afuera”, que los prefieren en veredas diferentes.

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