Por Tony Roqueblave

Después de un año y medio sin normalidad educativa, el Ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta confirmó la reducción del distanciamiento entre estudiantes, lo que significa que volverá la “presencialidad plena” en todos los niveles educativos.

Por su parte, la ministra de Educación de Chubut, Florencia Perata confirmó que la provincia adherirá y la distancia mínima pasará de 1,5 metros a 90cm y 50 como excepcionalidad. Un número que coincide asombrosamente con los metros cuadrados que tienen las aulas promedio que albergan 30 estudiantes.

Perata afirmó que: “la escuela tiene que seguir siendo un lugar seguro, de bajo riesgo de contagio como lo fue hasta hoy y estamos convencidos de que así será por la gran responsabilidad de todos. Las medidas preventivas se mantienen y el uso del tapaboca dentro del aula es obligatorio”. Cabe preguntarse que si la escuela siempre fue un lugar seguro, ¿por qué se tardó un año y medio para que los estudiantes pudieran recuperar sus vínculos pedagógicos y sociales?

El debate entre presencialidad y virtualidad fue tema de discusión de las principales fuerzas políticas y significó la invención de grupos de padres reclamando el regreso a las aulas, tema que está impactando fuertemente en las encuestas.

La evidencia científica y epidemiológica internacional confirmó que las escuelas no era focos de contagio, lo que supone que los criterios que confinaron a millones de estudiantes estuvieron atravesados por la política.

El precio que se pagó y que se pagará por esta decisión es muy alto. Un estudio de Agustín Claus (Flacso) estimó que la deserción escolar será de 1.5 millones de estudiantes (ver imagen). Un número que impresiona por lo abultado, pero mucho más por lo que significa su proyección en el mediano plazo.

sasas

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