Por Antonela Amore

El 20 de julio de 1972 partió a otro plano Salvadora Medina Onrubia, mujer polifacética y destacada de nuestra historia argentina, conocida -lamentablemente- como la mujer de Natalio Botana, fundador del Diario Crítica. No obstante, Salvadora enarboló su propia bandera, devino en aquella mujer que no quiso ser un jarrón* y se distanció de los mandatos de época, de los estereotipos que regían la femineidad y, en efecto, construyó su propio destino.

Su historia

El 23 de marzo de 1894, en la Ciudad de La Plata, nació Salvadora Medina Onrubia. Escritora, militante, oradora y madre soltera por elección a sus 16 años de edad. Salvadora fue mucho más que «la mujer de»: fue quien defendió sus principios por fuera de los mandatos de época, quien abrazó sus ideales. Salvadora fue una mujer que deseó más allá de lo que debía desear y demostró, en sus elecciones, su capacidad de agencia en un mundo machista como así también su feminismo inminente.

Es posible rastrear su participación política: de ideología anarquista, Salvadora luchó por la liberación de un joven anarquista de origen ruso llamado Simón Radowitzky, encarcelado en 1909 por ser autor del atentado organizado contra Jorge Falcón, el entonces jefe de la Policía de Buenos Aires, quien falleció en ese hecho. Siguiendo esta línea es posible, a su vez, situar su participación como oradora y manifestante durante la llamada Semana Trágica hacia 1919, un apenado hecho de nuestra historia nacional en donde obreres huelguistas fueron masacrades y reprimides, con un saldo de 700 muertes y 4000 herides.

Las Descentradas

Salvadora escribió la obra Las Descentradas, estrenada hacia marzo del año 1929 en el Teatro Ideal. Allí, Salvadora se atreve a narrar sobre mujeres que se «distanciaban» del camino dado, que anhelaban y deliberaban sobre otras posibles trayectorias por fuera del matrimonio y la familia –ser la mujer de-, como también ponían en cuestión el lugar de la mujer.

Su obra cuestiona el estereotipo de femineidad propio de la época, en donde las mujeres eran subjetivadas para circular y desenvolverse en el espacio privado –sentimentalizado-, el mundo doméstico, en donde la maternidad devenía en expectativa y razón de ser. 

 «Somos las que sufrimos, las rebeldes a nuestra condición estúpida de muñecas de bazar… Entiéndeme bien. No de mujer. No queremos los derechos de los hombres. Que se los guarden… saber ser mujer es admirable. Y nosotras sólo queremos ser mujeres en toda nuestra espléndida feminidad».

– Medina Onrubia, p. 61.

Cuestionar la maternidad

El 5 de julio del año 1931, desde la cárcel del Buen Pastor, con motivo de su encarcelamiento junto a otros 30 periodistas impuesto por Félix Uriburu (en ese entonces presidente de facto de nuestro país), Salvadora le escribió al dictador: «En este innoble rincón donde su fantasía conspiradora me ha encerrado, me siento más grande y más fuerte que Ud., que desde la silla donde los grandes hombres gestaron la Nación, dedica sus heroicas energías de militar argentino a asolar hogares respetables y a denigrar e infamar una mujer ante los ojos de sus hijos … y eso que tengo la vaga sospecha de que Ud. debió salir de algún hogar y debió también tener una madre».

Aquí es posible pesquisar algo acerca de su personalidad. ¿Qué mujer se atrevería en un contexto nacional donde se ha instalado un gobierno contra la voluntad popular escribir una carta pública al presidente de facto de ese entonces? ¿Qué persona se atrevería? También es importante resaltar a partir de su escrito la politización de la maternidad (Andujar, 2014) que envuelve su carta.

Es decir, el uso de la maternidad supone una instrumentalización que se sostiene de su socio subjetivación en tanto mujer igual madre y los sentidos que anuda: el cuidado de otres y su resguardo, su alimentación y crianza, entre otros. En este sentido, es nodal visibilizar los derechos y las obligaciones ligadas al género femenino en esa época histórica (deber y mandato de maternidad) y, a su vez, la apropiación e instrumentalización de ese rol sociohistóricamente adjudicado que Salvadora realiza.

«General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras y sienta como, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio».

– Medina Onrubia, 1931.

La historia para visibilizar

Quienes somos historiadores tenemos una deuda. Según Bock (1991), la historiografía tradicional ha ocultado a las mujeres de la historia general, invisibilizadas como objeto de estudio así como también sujetas históricas, con capacidad de agencia. De esta manera, la historia de las mujeres (las) rescata de ese olvido y los estudios actuales utilizan al género como categoría sociocultural que vislumbra las desigualdades inherentes al sistema sexo-género.

Para cerrar, retomamos la obra de Salvadora. En Las Descentradas ella se atreve a figurar a aquellas mujeres «fuera de eje», las descarriadas y no benevolentes a expectativas impuestas y ajenas, las rebeldes y las «raras». Aquellas cuya imagen refleja el paso de Salvadora por este mundo, la huella que muchas mujeres han tomado y enarbolan día a día en su homenaje a las grandes mujeres de nuestra historia argentina cuya marca hemos de escudar cual tarea cotidiana.

Es así que recomendamos la obra El caso de la mujer que no quiso ser un jarrón, en Instagram @salvadorateatro, que retrata su vida y permite conocer a esta gran mujer y su trayectoria en mayor profundidad.

Fuente: Escritura Feminista

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