Por Karen Cuesta
En un mundo marcado por estereotipos, ideales de belleza y capacidades de producción, la vejez femenina se ha convertido en miedo, en un tabú fuertemente asociado a la enfermedad, al olvido y a la muerte. En este sentido, los prejuicios edadistas medicalizan y desplazan a las mujeres mayores de la sociedad, convirtiéndolas en invisibles para el sistema.
Días atrás, la reconocida actriz Jamie Lee Curtis, de 62 años, apuntó contra los estándares de belleza que se reproducen en las redes sociales y afirmó que la cirugía plástica «está acabando con generaciones de belleza».
La protagonista de la saga de películas Halloween contó en diálogo con Fast Company que fue adicta al calmante Vicodin luego de someterse a una cirugía para hacerse cambios estéticos, aunque hoy lleva 22 años de sobriedad. Según relató, todo comenzó cuando un camarógrafo hizo un comentario sobre sus «ojos hinchados» en un set. «Me sentí tan mortificada y avergonzada que después de esa película fui a hacerme una cirugía plástica de rutina para eliminar la hinchazón», declaró la actriz.
Desde un punto de vista crítico, la actriz sostuvo: «La tendencia actual de rellenos y procedimientos estéticos y esta obsesión por los filtros y las cosas que hacemos para ajustar nuestra apariencia en Zoom están acabando con generaciones de belleza». En una entrevista reciente con la periodista Lloraine Kaine, Curtis consideró que la filosofía que está en contra del envejecimiento es anticuada y genera daños a las mujeres. «El término antienvejecimiento… ¿Qué es eso? ¿De qué estamos hablando? Todes vamos a morir. ¿Por qué quieres aparentar 17 años cuando tienes 70? Quiero aparentar 70 cuando tenga 70», concluyó Curtis.
Quizás te interese leer: «La belleza duele», por Martina Tortonesi.
De igual modo, en los medios de comunicación, la vejez está cargada de prejuicios asociados a la enfermedad, al olvido y a la muerte. Sin embargo, existen espacios como el colectivo feminista Arrugas más, arrugas menos que se destaca por visibilizar la vida de las personas mayores y dejar de estigmatizarlas.
Rosa Cattana, integrante de este grupo, asegura que en las mujeres la discriminación es doble. «Cuando pasamos la etapa productiva y reproductiva, dejamos de ser visibles para el sistema y la sociedad», expresa.
«Las mujeres en general envejecemos más pobres. Desde el feminismo, el tema laboral es algo que se aborda mucho, que nos tengamos que dedicar más a las tareas del cuidado y del hogar. Pero eso pasa cuando somos jóvenes; cuando somos viejas vienen las jubilaciones y la mayoría de las personas que cobran la jubilación mínima son mujeres».
Rosa Cattana.
«Creo que hay que desestigmatizar el término viejas y viejos», sostiene la activista a la vez que agrega: «Nosotras decimos que somos viejas. Es un término que se usa siempre con un fin discriminatorio, pero bueno, la etapa de la vida que estamos transitando es la vejez. Yo creo que tenemos que decir que somos viejos».
Los estereotipos con los que crecemos
El modelo de mujer ideal y visible exige juventud. Si no hay juventud, no hay belleza y si no hay belleza, no valemos nada porque básicamente estamos para agradar a la vista. Sin embargo, para muchas mujeres el paso del tiempo trae experiencias, transformación, confianza, autodeterminación, conciencia y poder. Sin embargo, la madurez no es valorada ni contada en las representaciones sociales. ¿Por qué ese relato sobre la vida de las mujeres no aparece? ¿Dónde están esas pieles, esas manos, esas arrugas? ¿Dónde están las mujeres que no parecen siempre de 25 años? ¿Dónde se cuentan sus historias?
Quizás te interese leer: «¿Por qué nos maquillamos?», por Julieta Iriarte.
La gerontofobia, al igual que la homofobia y gordofobia, no existen si entendemos fobia como «miedo a determinadas cosas». El concepto es utilizado para abarcar el odio y la discriminación que sufren las personas que no encajan en lo que para nuestra sociedad es atractivo o saludable. A su vez, la idealización de la mujer tal cual la conocemos es una herramienta del sistema para señalar qué cuerpos «merecen» o «deben» ser visibles y cuáles no, dejando aisladas a todas aquellas que no son jóvenes, blancas, delgadas y exitosas.
En la misma línea, el ideal de feminidad es un ideal colectivo de lo que debería ser una mujer y de cómo debería verse, donde la moda y la belleza toman relevante importancia y se inculcan en las mujeres desde que son chicas. Para las mujeres, es un hábito aprendido buscar imperfecciones y corregirlas a toda costa en el intento de alcanzar ese canon de belleza asociado a la juventud presente en las publicidades de revistas, en las películas y en la industria de la moda. Canon que puede llegar a generar consecuencias desastrosas en nuestra salud física y mental.
Además de las dificultades con el amor propio y la salud mental, la imagen de mujer perfecta genera que se pierda tiempo, plata y comodidad, y hace sobresalir las inseguridades. Lo paradójico es que la incomodidad genera cierta seguridad: los tacos altos que hacen doler los pies y el maquillaje en exceso que no permite sonreír sin pensar.
Fuente: Escritura Feminista