Por Juan Pablo Cinelli
Por séptimo año consecutivo, el Festival Internacional de Cine LGBTIQ+ Asterisco llega para darle pantalla a lo más desafiante de una producción que, desde el documental o la ficción, pone en escena las distintas problemáticas, preocupaciones, fantasías y deseos que le dan forma a la identidad naturalmente múltiple de la diversidad sexual.
Integrada por más de 70 títulos, la programación 2020, estará disponible de forma gratuita desde este martes y hasta el 19 de noviembre, a través de la plataforma Cont.ar y de las salas virtuales del Centro Cultural Kirchner, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) y Filmoteca online.
Con curaduría de un equipo que encabeza el crítico Diego Trerotola como director artístico, junto a su colega Andrea Guzmán, el historiador y coleccionista Fernando Martín Peña y la cineasta Albertina Carri, la selección del 7° Asterisco vuelve a mostrar su habitual amplio espectro, en busca de desafiar no solo a los espectadores que buscan conocer un poco más sobre la comunidad LGBT+, sino a quienes pertenecen a las alas más radicales de la propia comunidad.
“En este momento se está haciendo mucho cine LGBT+ y sus temas están bastante en agenda. Incluso dentro del mainstream: basta con ir a Netflix para ver de qué forma está instalado”, afirma la programadora Andrea Guzmán. “Por eso Asterisco le huye un poco al activismo de agenda, a los materiales demasiado didácticos o declamatorios, y más bien va por la duda, por lo experimental, por las visiones más críticas”, señala. “Diría que es un festival para descubrir cosas y eso permite que convivan un cine muy contemporáneo, hecho en 2020 en medio de la pandemia y filmado con celulares, y material de antaño, clásico o recuperado.”
Si algo caracteriza a esta edición es su preocupación por darle espacio a la producción latinoamericana. Esa decisión queda expuesta en su principal sección competitiva, integrada por nueve trabajos procedentes de cinco países de la región. Se trata de las películas argentinas Canela (Cecilia del Valle), Emilia (Cesar Sodero) y Forcone (Agustín Lostra); de las chilenas El Príncipe (Sebastián Muñoz), El viaje de Monalisa (Nicole Costa) y Los fuertes (Omar Zúñiga), la guatemalteca José (Li Cheng), Mapacho (Carlos Marin) de Perú y La intención del colibrí (Sergio de León), procedente de Uruguay.
“Esta vez la mirada está muy puesta en América latina, pero también a lo que pasa en Argentina. El festival quedó muy federal este año”, reconoce Guzmán. Pero al mismo tiempo sostiene que así como la agenda de la comunidad LGBTIQ+ está muy presente, también está llena de olvidos, en especial de la vida que se desarrolla en los márgenes o en los espacios interiores. La programadora destaca títulos como José, ambientada dentro de la comunidad maya de Guatemala. O los cortos como Transcendente (Joaquín Alejandro González, Competencia Argentina de Cortos), sobre una coplera trans en los Valles Calchaquíes, en Salta; o Casarnos, hecho en Iquitos, Perú, por Bruno Montenegro, un director trans muy joven, que forma parte de la sección Activismos.
Pero la amplitud que busca Asterisco no es solo territorial, sino sobre todo temática. “El festival tiene una mirada muy ácida y crítica”, dice Guzmán, y es a partir de esos rasgos que su programación representa un desafío incluso puertas adentro de la comunidad. “Hay sectores conservadores en todas partes y el espacio LGBT+ también los tiene. Y la intención de Asterisco es darles pelea desde su programación, incluyendo obras muy raras y osadas”. La programadora pone como ejemplos otros dos cortos de la Competencia Argentina: Violencia Love (Cabri Lynch, Sol Zurita y Iñaki –Bux –Molaguero), “en el que se recoge y reinterpreta la violencia con goce, digamos”; y #Vidagattite (Bel Gatti, Nicolás Álvarez y Joaquín Ostrovsky), un trabajo más experimental “que lleva la incerteza existencial y digital a un ensayo sobre el confinamiento”. “Se trata de trabajos que son muy sanos para empezar a producir diálogos y al mismo tiempo muy interesantes de ver”, considera Guzmán.
Además del triángulo de competencias, que se completa con la sección de películas en construcción (de la que participan 17 trabajos nacionales), Asterisco presenta secciones ya clásicas, como La Piel que Habito, que ofrece un panorama amplio sobre el cine realizado en torno a la temática. Ahí se podrán ver Bajo mi piel morena y El cazador, últimos trabajo de José Campusano y Marco Berger, cinestas argentinos que suelen abordar temáticas de género desde perspectivas muy distintas; Bernarda es la patria, de Diego Schipani, oda a la contracultura transformista en los ’80, encarnada en la figura del actor Willy Lemos; El triunfo de Sodoma, nueva película del siempre visceral Goyo Anchou; la española Glittering Misfits, de Iban del Campo; Diferente de los otros (Richard Oswald), clásico centenario del cine mudo alemán; la paraguaya Cuchillo de palo (Renate Costa, recientemente fallecida); o la estadounidense Working Girls, película de 1986 sobre la prostitución en Manhattan, dirigida por Lizzie Borden. Por su parte, la sección Monstruos homoeróticos reune a tres películas de culto que con el tiempo fueron resignificadas desde la cultura LGBTQ+: la italiana Una historia perversa (Una sull’altra, Lucio Fulci, 1969); la británica Dr. Jekyll and Sister Hyde (Roy Ward Baker, 1971), relectura trans del clásico de Robert L. Stevenson, y la francesa Fascination (Jean Rollin, 1979), una historia de vampiros no exenta de lecturas políticas.
“Una de las características de Asterisco es que si algo tienen en común las películas que incluimos son sus diferencias”, dice Guzmán, quien se enorgullece de haber conseguido armar “un festival más pequeño pero muy valioso, a pesar de las circunstancias”. Y considera que “los nuevos desafíos para el festival vendrán de la mano de los que tendrá la vida en general”. “A mí me cuesta pensar cómo va a ser el próximo año, o cómo serán los festivales de ahora en adelante, aún cuando se abran las fronteras y se levanten las cuarentenas. Creo que la sociedad va a quedar con sus heridas, pero también con sus nuevos ritos y el gran desafío será no solo adecuarse a los tiempos, sino a las posibilidades.”