Por Aurelio García-García

Decir que los hombres no apoyan el feminismo porque son machistas o porque no quieren renunciar a sus privilegios es cierto en algunos casos, pero es una explicación que se queda muy corta y carece de autocrítica. En base a mi experiencia personal en el pasado y a partir de las conversaciones que he tenido en los últimos años con compañeros y compañeras del movimiento feminista, con hombres que se definen como progresistas y aliados, con hombres que mostraron interés por el feminismo pero que decidieron finalmente ignorarlo, con hombres que son totalmente ajenos al feminismo, y con hombres que se han definido como antifeministas, he podido apreciar ciertos puntos comunes que llevan a los hombres a no querer participar de este cambio social y/o a rechazarlo.

De tal modo, en este primer artículo de tres que presentaré sobre esta cuestión, detallaré algunas de las causas por las que muchos hombres no quieren unirse al feminismo, así como varias estrategias y medidas que podemos utilizar y que deberíamos tener en cuenta si queremos que los hombres se interesen por el feminismo, participen en él y/o lo apoyen.

Es necesario que antes de leer los siguientes puntos nos situemos en la piel y los ojos de los hombres —especialmente de los más novatos en feminismo—, para así entender realmente por qué la gran mayoría de estos no están comprometidos con este movimiento y sus valores.

¿Qué es el feminismo?

Este punto es el más elemental de todos y está relacionado con todos los demás que iré exponiendo a continuación. Puede parecer que la respuesta a esta pregunta está totalmente clara, pero cuántos de nosotros y nosotras hemos escuchado alguna vez frases como “ni feminismo ni machismo, igualdad” o “a mí el feminismo me parece muy bien, pero es que las feminazis…”. Supongo que tampoco seréis ajenos/as a aquellos hombres que se creen los feministas del año por lavar los platos en su casa o aquellas parejas que se creen súper igualitarios/as porque a su hija le han comprado un pijama verde en vez de rosa.

Tal vez debamos pararnos a pensar por qué estas dos frases son replicadas constantemente tanto por hombres como por mujeres o por qué se cree que la igualdad es solo lavar los platos o no utilizar el rosa. Quizás el mensaje feminista no está llegando como es debido y debamos preguntarnos las causas.

Explicar qué es el feminismo es algo fácil y a la vez difícil. Podemos obtener rápidamente una respuesta clara de no más de dos líneas de cualquier feminista o de cualquier página de internet. La confusión aparece al profundizar en este tema.

La forma de entender el feminismo puede variar sustancialmente en función de la persona que responda. Esto es fácil de ver: Irene Montero no piensa igual que Begoña Villacís, Judith Butler tiene planteamientos diferentes a los de Amelia Valcárcel, Yuderkys Espinosa emplea un discurso distinto al de Virginie Despentes… Pero, además, existen numerosas corrientes intelectuales con respuestas y reivindicaciones diferentes a cuestiones similares: feminismo decolonial, feminismo radical, feminismo marxista, transfeminismo, feminismo prosexo, ecofeminismo, feminismo liberal… Incluso los medios de comunicación se encuentran ubicados en paradigmas feministas diferentes.

A todo ello habría que añadir también todas las proclamas políticas y mensajes esencialistas, sobre las que no existe consenso, pero que normalmente podemos escuchar en charlas y manifestaciones: “El feminismo será anticapitalista o no será”, “el feminismo será antineoliberal o no será”, “el feminismo será abolicionista o no será”, “el feminismo será antirracista o no será”, “el feminismo será inclusivo o no será”, “el feminismo será antiespecista o no será”… Todo ello, finalmente, contribuye a que no todo el mundo pueda entender de qué hablamos cuando se habla de feminismo.

¿Quiénes pueden ser feministas?

No cabe duda de que el feminismo es un movimiento político, lo que no está tan claro es si es apartidista. Tomando como referencia el caso español, reformularé la pregunta con la que abro este apartado: ¿para ser feminista hay que votar a Unidas Podemos o al PSOE?

El feminismo es un punto de ruptura con los valores conservadores que pretenden mantener el orden preestablecido, eso es evidente, pero una cosa es no apoyar las estructuras sociales actuales y otra bien distinta es batallar contra partidos políticos enteros y contra sus votantes.

Son bien conocidas las imágenes del movimiento feminista impidiendo a representantes de Ciudadanos y del PP manifestarse el 8M. En España, los partidos políticos de derechas han hecho poco por la igualdad entre hombres y mujeres, solo hay que ver lo que votan en el Parlamento cada vez que aparece una nueva ley o las asignaciones que le dan a igualdad en los presupuestos. Sin embargo, no hay que confundir al partido con los/as individuos/as que lo componen y con sus votantes. Un partido político es mucho más una política de igualdad, son propuesta sobre empleo, vivienda, impuestos, servicios sociales, cultura, defensa, energía, inmigración… Dudo mucho que un partido político sea capaz de representar al 100% a cada uno/a de sus votantes.

Esto ha provocado que aproximadamente el 50% o más de los/as votantes de nuestro país, independientemente de sus ideas sobre igualdad, sean señalados/as y/o excluidos/as públicamente del feminismo. A todo ello hay que añadir las fuertes discusiones que aparecen si alguien se define o es capitalista, liberal, especista o creyente, pero también con personas de otras culturas, etnias, razas y nacionalidades.

Creer que cualquier persona de derechas es un Ortega-Smith, cualquier persona creyente es un Rouco Varela, cualquier persona capitalista es un Jesús Gil… solo denota una ignorancia supina de la diversidad que habita en este mundo. Si no dialogamos con otras ideologías y creencias y nos negamos a conocer a las personas detrás de los estereotipos, difícilmente cambiaremos la sociedad y no mostraremos que el feminismo es mucho más que Unidas Podemos y PSOE.

La importancia de una buena comunicación

Ante cualquier tipo de comunicación, una de las cuestiones principales que un/a ponente ha de tener en cuenta es el público al que se dirige y adaptar su discurso a él. Los hombres que no conocen el feminismo o que no se han acercado aún a él, por su puesto, requieren de un tipo de comunicación especial.

El feminismo genera en los hombres incomodidad, pues supone reconocer y enfrentar muchos de los comportamientos y las ideas que hemos interiorizado desde pequeños, obligándonos a cambiarlas. El problema surge cuando la comunicación es inadecuada y solo levanta muros y genera resistencias.

Los hombres que no conocen el feminismo o que no se han acercado aún a él, por su puesto, requieren de un tipo de comunicación especial

Un punto sobre el que hay que prestar una especial atención es el uso del lenguaje bélico y violento: “la guerra contra el patriarcado”, “la lucha feminista”, “la batalla contra violencia de género”, “la guerra contra la vida”, “los hombres nos oprimen”, “los hombres son privilegiados”, “los hombres nos maltratan”, “los hombres nos violan”, “los hombres nos matan”… Claramente, no es un discurso que invite a los hombres a unirse al feminismo.

Estas consignas, que son habituales en manifestaciones y charlas feministas, llegan a millones de hombres y mujeres. Así, si luego Cayetana Álvarez de Toledo afirma que el feminismo pone a los hombres a la altura de los nazis, o si Pablo Casado explica que el feminismo busca enfrentar a hombres y mujeres, o si Santiago Abascal dice que el feminismo es un movimiento extremista y terrorista, no es de extrañar que millones de personas fácilmente se posicionen en contra del feminismo.

Igualmente, aquellos discursos que se basan en el dolor y la rabia no son un gran aliciente para los hombres. Un discurso agresivo hacia los hombres puede ser muy bien recibido entre aquellas mujeres que sienten ese mismo dolor y esa misma rabia. Sin embargo, este mensaje puede no ser interpretado del mismo modo por los hombres, los cuales podrían entenderlo como odio y resentimiento.

Tampoco ayudan otras formas de comunicación que, aunque no son bélicas ni violentas, son sumamente hostiles. El mejor ejemplo posible para exponer esta cuestión se puede ver en el seminario sobre masculinidades organizado por el Ministerio de Igualdad de España, donde uno de sus ponentes comenzó su intervención diciendo “tengo la esperanza de incomodar a los hombres que estén escuchando está charla”, para posteriormente, con el asentimiento y las risas de otro ponente, satirizar a los hombres feministas y a los grupos de hombres por la igualdad, criticar y mofarse de los problemas que afectan a los hombres, minimizar las formas de discriminación que algunos niños, adolescentes y adultos sufren, negar la existencia de determinadas emociones y sentimientos en ellos, y así un sinfín más de atrocidades.

El discurso de buenas/malos, desposeídas/privilegiados, víctimas/victimarios crea una imagen dual de la realidad que ignora las complejidades sociales y la diversidad

La forma de comunicación es muy importante, porque es muy diferente atacar, infantilizar, imponer y obligar al cambio, que aportar argumentos y opiniones que realmente pueden ayudar a reflexionar. Puede que el #NotAllMen a mucha gente le parezca un movimiento ridículo, pero responde a esta forma de abordar determinados temas.

También, resulta sumamente inadecuado y poco realista el dar una imagen esencialista de los hombres basada en estereotipos negativos o generalidades. Los hombres no son una masa uniforme ni están cruzados por las mismas ventajas y privilegios. El discurso de buenas/malos, desposeídas/privilegiados, víctimas/victimarios crea una imagen dual de la realidad que ignora las complejidades sociales y la diversidad.

La intelectualización del discurso dificulta su difusión

La relación entre el activismo feminista y la academia ha sido sumamente provechoso para ambos. Mientras que una se ha centrado en aspectos más teóricos, el otro ha llevado a las calles y a las instituciones estos nuevos conocimientos en favor de un mundo más justo.

Sin embargo, existe un fuerte elitismo dentro del movimiento y una gran intelectualización del discurso que dificulta en no pocas ocasiones su comprensión. No es la mejor forma de comenzar una explicación para principiantes hablar de cis-heteropatriarcado, capitalismo, ámbito productivo y reproductivo, androcentrismo, despatriarcalizar, decolonizar, mansplaining, stalking, ghosting, queer…

Existe un fuerte elitismo dentro del movimiento y una gran intelectualización del discurso que dificulta en no pocas ocasiones su comprensión

Para aquellas personas que trabajamos dentro del feminismo o que hemos leído sobre él, estos conceptos no nos son ajenos —al menos la mayoría—, pero no podemos olvidar que fuera del feminismo este lenguaje puede ser completamente desconocido.

Gran parte de las charlas y seminarios online aparecidos en los últimos meses a raíz de la pandemia han puesto claramente de relieve esta cuestión. Con ello, lo que se ha conseguido es que solo se predique para los/as creyentes, es decir, aunque se pretende llegar a toda la población, únicamente se está llegando a las personas que ya están dentro del feminismo.

Hablar desde la empatía, no desde la superioridad y la intransigencia

Puede parecer una locura decir que tenemos que hablar con empatía con un hombre que puede presentar comportamientos y actitudes machistas, pero no lo es. Si queremos que un varón asuma su propio machismo, en primer lugar, hemos de comprender de dónde proviene: qué ha vivido, qué le ha ocurrido, qué ha escuchado, con quién ha hablado…

Muchos de los comportamientos machistas que reproducen los hombres son parte de su identidad masculina, la cual lleva construyéndose desde que son bebés. Atacar frontalmente determinadas cuestiones que definen esta identidad lleva inevitablemente a cerrarse en banda, pues representa un ataque a la propia integridad moral de la persona. Por ello, es importante que primero escuchemos y comprendamos y luego hablemos, no al revés. Sin escucha, no hay diálogo ni hay acuerdos, y mucho menos cambios sociales sustanciales. Yo estoy escribiendo este artículo gracias a que he escuchado a muchas personas y cada vez tengo más claro que aquellas que hablan de que los hombres no cambian porque “no quieren renunciar a sus privilegios y al poder” no escuchan, solo hablan.

El esencialismo, la superioridad moral, la intransigencia y la infantilización de la disidencia no pueden ser fuente de cambio social

Esta falta de empatía y diálogo, sin embargo, no solo está dirigida hacia los hombres o hacia determinados/as votantes o creencias religiosas, sino que dentro del propio feminismo también se están produciendo discusiones muy fuertes en torno a temas como la prostitución, la transexualidad, las nuevas masculinidades, la religión, la diversidad cultural, la ecología, la pornografía… que están provocando divisiones.

He de reconocer que puede ser agotador dialogar con determinadas personas sobre feminismo, pero creo que es la mejor herramienta. El esencialismo, la superioridad moral, la intransigencia y la infantilización de la disidencia no pueden ser fuente de cambio social. Ante cualquier debate y cualquier conversación hemos de ser humildes, no egocéntricos/as, y hemos de reconocer nuestras limitaciones intelectuales y aceptar la diversidad. Ante problemas complejos rara vez existen respuestas únicas y definitivas.

No hay apenas referentes masculinos feministas en la cultura de masas

Cuando analizamos los referentes culturales masculinos es fácil ver que suelen estar vinculados a formas de masculinidad hegemónicas o tradicionales que no tienen relación alguna con el feminismo. Un claro ejemplo de ello se encuentra en el cine mainstream.

Este problema de la cultura de masas se repite también dentro del propio feminismo, es decir, los aliados feministas son capaces de mencionar fácilmente el nombre de al menos diez importantes mujeres o autoras feministas, pero rara vez pueden enumerar a más de tres hombres con contribuciones destacables a este mismo campo. Entonces, ¿cómo ser hombres igualitarios si nuestros referentes no lo son? Por supuesto, existen hombres con masculinidades alternativas, pero no podemos decir que ejerzan una gran influencia en la cultura de masas.

 “Referentes” y “expertos” en masculinidades que no aportan nada nuevo

En España hay cada vez más grandes referentes y expertos en masculinidades que escriben para los periódicos con mayor número de lectores/as, aparecen en programas de radio líderes en audiencia, publican libros en prestigiosas editoriales, reciben premios por sus aportaciones al feminismo, son invitados a tertulias, charlas, debates… Sin embargo, muchos de ellos no aportan nada nuevo, ya que solo replican el discurso que las mujeres feministas han utilizado durante décadas.

Muchos de estos “expertos en masculinidades” ni tan siquiera hablan de masculinidades. Dicho de otro modo, hablar de feminismo siendo varón no te convierte en especialista en masculinidades

El problema sobre esta cuestión no está en la escasa originalidad de sus aportaciones, ya que es bueno que los hombres se sumen a los planteamientos de nuestras compañeras feministas, sino que muchos de estos “expertos en masculinidades” ni tan siquiera hablan de masculinidades. Dicho de otro modo, hablar de feminismo siendo varón no te convierte en especialista en masculinidades. Si hace unos años o décadas decir que “los hombres tienen poder y privilegios” o hablar sobre los datos de violencia de género no era un discurso sobre masculinidades, ¿por qué ahora esto le sirve a los hombres para obtener el carnet de profesional en masculinidades?

Del mismo modo que el feminismo ha hablado sobre mujeres y ecología, mujeres y colonialismo, mujeres y capitalismo, mujeres y comunismo, mujeres y sexualidad, mujeres y prostitución, mujeres y cuidados, mujeres y arte, mujeres e historia, mujeres y ciencia, etc., los expertos en masculinidades deberían de ser capaces de analizar estas mismas cuestiones desde las masculinidades, preguntándose y respondiendo a cuestiones como las siguientes: ¿cómo afecta tal o cual situación a los hombres?, ¿por qué les afecta?, ¿cuál es el origen?, ¿existe algún proceso oculto que lleva ahí?, ¿cómo se puede evitar?, ¿cómo transitar hacia algo distinto?, ¿afecta igual a todos los hombres?, ¿a quién más afecta?, ¿está relacionado con otras situaciones?, etc.

Por desgracia, muchos de los referentes más mainstream de este país no son capaces de aportar una sola idea interesante a la mayor parte de esos puntos, ya que únicamente son expertos en los discursos construidos por mujeres y centrados en mujeres. Aquí van algunas pistas para detectar a estos supuestos especialistas: se pasan la mayor parte del tiempo hablando sobre las mujeres o la situación de las mujeres; cuando hablan de hombres lo hacen de forma muy genérica y con conceptos abstractos como poder y privilegios; sus propuestas para abordar las masculinidades tienen como objetivo a las mujeres, no a los hombres; reclaman únicamente políticas públicas orientadas al empoderamiento femenino; ignoran el importante papel de autoconocimiento en la deconstrucción masculina; no tienen en cuenta las consecuencias de la masculinidad en los hombres; no prestan atención a la diversidad masculina… En definitiva, todo un discurso sobre masculinidades que en realidad ni habla de ellas ni de los hombres, siendo los varones solo una excusa o una puerta de entrada para hablar sobre mujeres y empoderamiento femenino.

Es cierto que, afortunadamente, éste no es el caso de todos los referentes en nuestro país, pero los que ocupan los medios de mayor alcance e impacto sí presentan mayoritariamente este perfil.

Fuente: El Salto Diario

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