Por Martín Álvarez Mullally.

Estación Fernández Oro (EFO) es uno de los yacimientos con mayor actividad en la provincia de Río Negro. Debajo de la capital nacional de la pera se alojan hidrocarburos en arenas compactas, que son extraídos con el método del fracking. Los vecinos, por su parte, se ven afectados por ruidos, emisiones y vibraciones, que se suman a las posibles afectaciones permanentes a la salud, configurando una imposible convivencia con la industria.

Los sueños de una vida tranquila y en convivencia con la naturaleza motivaron a Juan Pablo López y su familia a mudarse en 2016 a una chacra en pleno ejido de la ciudad de Allen, en el Alto Valle de Río Negro. A los pocos meses de mudados, la empresa YPF instaló una torre a unos trescientos metros de su casa. Desde ese momento comenzaron a sentir vibraciones, ruidos y molestias que, sin embargo, no afectaban de manera significativa su vida familiar diaria. Ese mismo año ocurrió en la locación petrolera contigua a su vivienda, un derrame de agua de inyección de 240.000 litros que generó una laguna de agua salobre mezclada con hidrocarburos y químicos proveniente de los pozos EFO 360 y 362. Por el incidente se quemaron las primeras líneas de frutales continuos y murieron algunos animales. La empresa fue sancionada, pero nunca se supo si la millonaria multa impuesta finalmente se cobró. La falta de acceso a la información pública ambiental y los mecanismos de ejecución de las sanciones económicas imposibilitan saber si las empresas finalmente abonan las multas.

En la vivienda, como en la mayoría de la zonas rurales del Alto Valle, se abastecen con agua de pozo. Para el vecino el primer cambio fue en el sabor del agua “Dejamos de consumir y la usamos sólo para bañarnos o lavar. Ahora tomamos agua embotellada”, comenta. También agrega que no tienen capacidad de analizarla para saber si está contaminada o no. Sin embargo, a unos pocos metros de su patio hay un freatímetro colocado por la empresa para el monitoreo de napas, aunque ellos nunca fueron notificados de resultado alguno. El hermetismo con el que YPF conduce su actividad ha generado un gran enojo en la vecindad de la zona. A la falta de consultas previas al comienzo de las actividades, se suma que no se brinda información de cuáles serán las consecuencias de una convivencia ni elegida, ni consensuada. En una oportunidad, harto de ruidos, López se dirigió hasta la locación a quejarse. Su indignación fue mayor al recibir maltrato verbal por parte de un company man (encargado de la locación).

Los diferentes tipos de atropellos por parte de la mayor empresa petrolera se tornaron relatos frecuentes desde que se intensificó la actividad en Allen. Esto genera visibles daños, que pueden reconocerse en los hogares de muchos/as de los y las habitantes de la zona. De hecho YPF ha compensado económicamente alguno de estos casos. Pero son muchos más los daños sanitarios invisibles e invisibilizados, mientras los monitoreos de los organismos de control se desconocen, y el gobierno oculta los riesgos y publicita que la convivencia con la actividad es posible.

El área es de alta importancia en el panorama gasífero actual. A pesar de encontrarse en Río Negro, Estación Fernández Oro es parte de la cuenca Neuquina, la más prospectable en explotación de hidrocarburos no convencionales del país. Aunque es un yacimiento explotado desde hace varias décadas, la técnica del fracking permitió extraer el tight gas en una escala mayor. De esta manera el ingreso de tecnología y los programas de incentivos a la explotación impulsados por la anterior gestión del gobierno nacional y sostenida por la actual, hicieron que las perforaciones y la infraestructura crezcan de manera considerable. El historial de la operación en el área, cuenta el paso de Bridas, Pan American Energy (PAE), Pioneer Natural Resources, Apache, y desde 2014 está en manos de la subsidiaria de YPF, Yacimientos del Sur (YSur) creada en los paraísos fiscales de Luxemburgo e Islas Caimán. La empresa estatal rusa Gazprom viene negociando desde hace un tiempo hacerse del cincuenta por ciento del área, según especialistas estaría pronto a lograr el acuerdo y las promesas de inversiones son de alrededor de 500 millones de dólares. En la actualidad el yacimiento con sus 130 pozos activos produce 2.5 MMm3/día, la mitad del gas que se extrae en toda la provincia y el 20% del total de gas no convencional extraído por la semiestatal. Según información brindada por YPF a medios locales, piensan realizar un promedio de 14 pozos por semestre. Desde que comenzaron fueron ampliando su actividad tanto para el margen sur, donde ya cruzaron el río Negro, como para la zona norte de la ruta nacional 22.

Ruidos y estrés

Para la familia López, las molestias con ruidos son intermitentes. Durante algunos periodos se perfora y fractura, después por algunos meses no vuelven y retoma la paz del entorno rural. Los motores que se utilizan -varios por pozo- de más 1500 HP (caballos de fuerza) además de ruidos, son grandes generadores de emisiones. Las alarmas y sirenas permanentes también son de las del combo insalubre. En diciembre de 2017 comenzó el último periodo conflictivo en términos sonoros y se extendió hasta el pasado 21 de abril. Cuando opera el trépano -cabezal del equipo de perforación que se hace camino hasta los 3800 metros de profundidad donde se ubica la formación Lajas- en la vivienda que alquila la familia López vibran los vidrios y el zumbido permanente se torna insoportable. Juan Pablo se encuentra estudiando abogacía, pero lograr concentrarse le resulta una tarea imposible en su hogar. En esta última oportunidad el pozo fue ubicado a tan solo 120 mts. de su casa.

Este verano hubo un punto de inflexión en la familia. Un día estando en la pileta del patio, la hija de Juan Pablo le hablaba como siempre lo hace y él le respondió con un fuerte grito. Nadie entendió la situación, pero tras su silencio se dieron cuenta que el zumbido del pozo permanecía. No venían conciliando el sueño desde hace días y el humor del entorno familiar se vio afectado. Relatos como estos son habituales en las familias que se ven obligadas a convivir con el petróleo: a veces minimizan las consecuencias de esa presencia, la naturalizan. Pero con el paso del tiempo se dan cuenta de los diversos impactos que tiene esta imposible convivencia.

Desde ese momento decidieron profundizar los reclamos. El periplo comenzó primero con la empresa, después al municipio, siguió los organismos provinciales y la Defensoría del Pueblo, para concluir finalmente en la justicia. En abril, ante la falta de respuestas se pusieron en contacto con Juan Ponce y Lidia Campos de la Asamblea Permanente del Comahue por el Agua y estos le sugirieron que presente un recurso de amparo. Para poder presentarlo a la empresa se tuvo que dirigir a las oficinas de YPF en Neuquén Capital, dado que en Allen no tienen lugar de atención. “Con el nivel de molestias y conflictos que generan, la empresa debería tener un departamento en la zona con gente a disposición para informar y contener, encontrar respuestas” reflexiona López. Tras cuatros meses de quejas logró que un gerente de relaciones institucionales de la compañía lo atienda y se comprometa a insonorizar para revertir las molestias, cuando regresen en unos meses los equipos de perforación y fractura. De todos modos el 11 de abril pasado Juan Pablo realizó un amparo en la juzgado civil número cinco a cargo de la Dra Selva Aranea en la ciudad de Fiske Menvko (General Roca), mientras espera respuestas de los demás organismos del estado.

Accidentes de la era del fracking en Allen

Esta situación familiar no es un caso aislado. La nutrida comunidad educativa de la escuela 172, el centro de salud, cientos de familias, un hogar de ancianos, centros recreativos e iglesias son algunos de los lugares donde se padece esta convivencia diaria forzada.

Emisiones, un enemigo invisible

A fines de marzo, la organización norteamericana Earthwork recorrió la zona con una cámara especial para medir emisiones de una veintena de gases contaminantes. Metano, benceno, tolueno, etilbenceno y xileno entre otros compuestos orgánicos volátiles (VOC, por sus siglas en inglés). son disruptores endocrinos, es decir que tienen la capacidad de interferir con las hormonas a bajos niveles de exposición. Entre los problemas de salud asociados se encuentran: anomalías en el esperma, menor crecimiento fetal, enfermedad cardiovascular y patologías respiratorias. Estas demostraciones vuelven a poner en alerta la situación de salud no solo de la gente que vive en el sector sino también de los trabajadores que se ven expuestos a estas emanaciones.

Fuente: Observatorio Petrolero Sur

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