Por Oscar Taffetani (Escritor y periodista).

 

Lo de las “manadas” y el frenesí mortal de las patotas, sobre todo cuando están cebadas y alcoholizadas, es un flagelo conocido y no tiene que ver necesariamente con el rugby. Hay un texto bastante conocido (y no recomendable a gente sensible a ciertos temas) que se titula “El niño proletario”, de Osvaldo Lamborghini. Fue escrito en 1973 y desde entonces se convirtió en un texto maldito, lo mismo que su autor.

La historia comienza con el bullying que la misma maestra de escuela propicia para con el niño, al que bautiza “¡Estropeado!” (porque su apellido era Stroppani, algo así). El bullying dentro de la escuela continúa fuera de la escuela con un ataque en manada al chico en cuestión, que está totalmente indefenso y que carga, además, con los estigmas de clase, por ser canillita y pobre (proletario, en la jerga de OL).

Nunca sentí tanta repulsión, confieso, como cuando leí aquel texto del Lamborghini chico. Sobre “manadas” de rugbiers buscando “descargarse” en sexo grupal y violencia, recuerdo el volumen “Catre polifónico”, de mi amigo Alfredo Becerra, publicado en los ’80.

Hay, entre otras cosas, un muchacho golpeado y pateado por los otros, que se aguanta el castigo y lanza un insulto de media página, que debe ser consignado en una nota al pie. Pero repito, sobre violencia mortal y clasista, en manada, lo que no se borra de mi memoria es el texto de Osvaldo Lamborghini titulado “El niño proletario”.

En cuanto al aggiornamento de los métodos, en una sociedad de valores quebrados o ausentes y con máxima exhibición y exposición, debo decir que la filmación en HD del ataque al pibe Fernando Báez Sosa en Villa Gesell tiene que ver con los modos del delito y el crimen en estos tiempos de impunidad, pero no específicamente con el rugby.

Todos los deportes llamados “de contacto” son un remedo del combate, con la violencia atenuada y estilizada, para que se convierta en espectáculo. Lo único que es menester recordarles a los contendientes es que hay reglas y hay límites, y que el combate se termina fuera de la cancha, una vez hecha la “catarsis”.

Y para mejorar el cumplimiento de las reglas y las leyes, no estaría mal crear una figura penal y un agravante para aquellos rugbiers y boxeadores y expertos en artes marciales que deben controlarse siempre en el uso de sus pies y sus manos, pero especialmente cuando están fuera de la cancha o del ring. Es lo que pienso.

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