Por Nahuel March Ríos
“La derecha me enferma”, dijo José Pablo Feinmann en su primera aparición televisiva tras varios años en los que, por problemas de salud, debió ausentarse de la escena pública. Paradójicamente, fue durante la última dictadura militar donde sufrió un primer episodio de salud y, luego, tuvo una segunda complicación durante los cuatro años del neoliberalismo macrista.
Desde hace un tiempo, volvió a aparecer en diferentes medios de comunicación, donde sus palabras y reflexiones invitan a pensar los procesos políticos y sociales desde otra perspectiva. Aunque eso no es todo, ya que para quienes extrañamos el exitoso programa “Filosofía aquí y ahora” (que llego a ser el más visto de Canal Encuentro y se realizó durante ocho temporadas), Feinmann ha encontrado la manera de acercar su conocimiento a todos aquellos y aquellas que lo deseen. A pesar de la pandemia, se encuentra realizando un segundo curso virtual sobre la Historia Conceptual Argentina, luego de haber realizado un repaso por la Historia Conceptual del Peronismo. Aprovechando este lanzamiento, desde El Grito del Sur dialogamos con el filósofo sobre la situación actual del país y su visión de la pandemia desde la filosofía.
—¿Por qué es necesario hablar de Historia Conceptual de la Argentina en el momento actual de nuestro país?
—La historia tiene que ver con la comprensión del presente, en realidad, estudiamos la historia no por el pasado, sino para interpretar más claramente el presente que estamos viviendo. La historia conceptual quiere decir que vamos a fijar algunos momentos claves en la historia argentina, que figuran como centros hermenéuticos, como centros de interpretación. Por ejemplo, nos vamos a preguntar si en el siglo XIX pudo haber triunfado el federalismo con Urquiza, Felipe Varela y Chacho Peñaloza en lugar del lado mitrista de Buenos Aires. ¿Qué hubiera pasado entonces? ¿Por qué parece que era inevitable que triunfara Buenos Aires sobre las Provincias? Esto es lo contrario de lo que pasó en EE.UU., donde gana la industria contra el monocultivo del Sur. Acá gana el monocultivo de Buenos Aires contra las pequeñas, pero nacientes industrias que había en el interior, el país más productivo. Ese es uno de los ejemplos. Después, lo que siempre lleva al estudio de la Historia es entender por qué ocurre lo que ocurre, de dónde vienen las tendencias, las ideas, las conductas personales y las actitudes de la condición argentina. Y eso se logra con una visión lo más rigurosa y compleja que se pueda tener del pasado.
—Si bien la pandemia de COVID-19 es un suceso bastante particular, ¿con qué otro momento histórico se podría comparar en cuanto a las consecuencias que genera en nuestra sociedad?
—Creo que ninguno la verdad. Nunca tuvimos una pandemia, sí hubo una peste amarilla en el siglo XIX, pero no tuvo los alcances que tiene esta pandemia. Y el país está comprometido con el mundo que lo rodea y todo eso alimenta el miedo a la pandemia, la magnitud de la pandemia. Y lleva a que apenas se empiezan a vislumbrar algunas posibles soluciones, como por ejemplo la vacuna, que es la única solución que se ve. La fe se ha puesto más en lo científico y en lo médico que en lo religioso. Nadie espera un milagro. Nadie espera que un Dios comprensivo se apiade de este mundo. Sino que más bien habría que preguntarse: ¿por qué mandó la peste a este mundo? Si es que uno se preocupa por la idea de Dios, ¿no? Hay una interpretación que dice que Dios creó al mundo en seis días, el séptimo día descansó y al octavo día se fue para siempre. Y eso es lo que se siente en momentos como éste: que la humanidad está abandonada a su propio destino, a sus propias posibilidades de superar un destino hastiado, difícil. Que no se sabe de dónde vino, no se sabe qué es y que ha dejado muchos muertos, y eso provoca el miedo a una muerte inminente por parte de todos. Porque todos sabemos que vamos a morir, pero alguna vez. En cambio, la pandemia nos hace sentir que podemos morir ahora, en cualquier momento.
—Sectores abiertamente liberales están intentando generar una identidad alrededor de figuras como San Martin, convocando a marchas en días patrios. ¿Qué opinión te merece esta situación? ¿Es posible decir que la derecha no tiene próceres?
—Sí, la derecha tiene próceres. Los próceres de la derecha son, sobre todo, Sarmiento, Bartolomé Mitre y Julio Argentino Roca. Esos son los próceres de la derecha, que intenta ahora apropiarse de San Martín porque hicieron la última marcha en la fecha sanmartiniana del 17 de agosto. Pero la derecha tiene próceres también por el lado de la economía, por el lado de la civilidad. La derecha venera a la Generación de 1880, tiene enormes simpatías por los gobiernos militares que devastaron este país y la derecha no lo dice, pero es videlista, admira al General Videla y hasta algunos creen que haría falta en estos momentos. Creo que lo que intenta la derecha es erosionar, destituir a este gobierno. Porque la derecha se alimenta, como pocas otras veces, de un odio antiperonista muy marcado y no tolera las políticas del peronismo en el gobierno.
—¿Te parece peligroso que la oposición construya movilizaciones políticas alrededor de discursos como la “anticuarentena”, de ideas que provienen de una construcción ligada a la “política de la post-verdad” poniendo en peligro al resto de la sociedad?
—Me parece muy peligroso y lamento que no le parezca peligroso a ellos, a los que salen a la calle, a los que van al Obelisco. Indudablemente, el odio es más fuerte que el miedo a la pandemia, que el miedo a morir. Es notable lo que hacen porque el riesgo que corren es muy grande. Sin embargo, deciden correrlo porque el odio que tienen es todavía más grande. Esa gente no es solo liberal y radical, en gran medida es nacionalista de derecha. Son de estos “anarquistas libertarios” del partido de Espert, que siguen al economista Milei y a Gómez Centurión. Y esos son los que destilan un odio y una belicosidad muy marcada. Me parecen nefastas estas marchas y está claro que Larreta, que no las ha puesto en orden, sino que las permite abiertamente, está pagando el precio porque tiene muchos muertos e infectados en la Ciudad de Buenos Aires.
—Ante la llegada de un nuevo gobierno peronista, el discurso de “la grieta” vuelve a ser parte del escenario mediático. ¿Existió alguna vez una Argentina sin enfrentamientos políticos?
—No, no hay historia sin enfrentamientos políticos. Acá el enfrentamiento político viene desde lejos, ya Moreno y Saavedra estaban claramente enfrentados. Después, unitarios y federales tuvieron nada menos que una guerra civil por las distintas visiones del país que tenían. Y ya en el siglo XX, cuando viene el radicalismo yrigoyenista, tiene enfrente al militarismo fachista de Uriburu, que le hace un golpe el 6 de septiembre de 1930. Y luego se inaugura la gran contradicción del país (que sigue vigente en estos momentos): el peronismo-antiperonismo. John William Cooke decía que ´la antinomia peronismo-antiperonismo es la expresión de la lucha de clases en la Argentina´y creo que no se equivocaba.
—Finalmente, se presentó un proyecto de ley para aplicar el “Aporte Extraordinario Solidario”, que grava por única vez a los millonarios. ¿Podría convertirse en un puntapié para que se discuta de fondo la gran desigualdad que existe en nuestro país?
—Creo que la sociedad ya lo está discutiendo y lo viene discutiendo desde hace un tiempo. Incluso la gran crítica al macrismo fue que acentuó esa enorme desigualdad. El Gobierno debería lograr que esa desigualdad se atenúe, que la enorme zanja que separa a los ricos y pobres se achique. En ese sentido, el impuesto a las grandes fortunas vendría muy bien. Ahora hay que ver con qué poder cuenta el Gobierno para imponer un impuesto especial a las grandes fortunas, para favorecer a los que han sido lanzados al hambre justamente por los poseedores de las grandes fortunas, que se han enriquecido desaforadamente durante cuatro años. Es un momento muy difícil, no sé si Alberto va a poder imponer esa medida y qué costo político va a tener. Veremos.
Fuente: Grito del Sur