Por Federico Testoni, Mercedes García Carrillo, Marc-André Gagnon, Cecilia Rikap y Matías Blaustein
Un grupo de científicos confirmó la influencia de las grandes empresas farmacéuticas en la agenda de investigación global en salud y biomedicina. La ciencia hegemónica prioriza los temas más rentables para las compañías y no apunta a las causas de los problemas. La necesidad de dejar de lado la mirada competitiva y mercantil, para apostar a un modelo de cooperación y unido a la comunidad.
A continuación presentamos el trabajo de investigación y a las conclusiones arribadas sobre la influencia de las grandes empresas farmacéuticas en la agenda de investigación global, llevado a delante por el grupo de científicos conformado por: Federico Testoni, Mercedes García Carrillo, Marc-André Gagnon, Cecilia Rikap y Matías Blaustein
¿Cómo se decide qué investigaciones en salud y biomedicina se priorizan a nivel mundial? Responder esta pregunta es relevante en cualquier contexto, y en medio de una pandemia como la que estamos atravesando resulta indispensable. Estar mejor preparades para futuras pandemias requiere priorizar la salud integral de las personas. Sin embargo, la agenda global de investigaciones en salud se encuentra influida por los intereses privados de grandes farmacéuticas, que priorizan los temas más rentables. Así lo muestran y demuestran los autores en su trabajo “¿Sobre qué hombros se para la investigación en salud?”.
Sus resultados revelan que las grandes farmacéuticas contribuyen a establecer la agenda de investigación predominante en salud y biomedicina, la cual se centra -principalmente- en el estudio del cáncer y las enfermedades cardiovasculares, desde una perspectiva reduccionista que prioriza la intervención terapéutica. El estudio de patógenos y vectores biológicos relacionados con las últimas epidemias y pandemias queda en un lugar marginal. Al mismo tiempo, enfatizan, se han dejado de lado abordajes centrados en la prevención y en el estudio de los factores socio-ambientales vinculados con el origen y progresión de las enfermedades.
La influencia de las farmacéuticas en investigaciones financiadas con fondos públicos
No es una novedad que las investigaciones financiadas por empresas pueden generar conflictos de interés. La industria del azúcar promovió investigaciones odontológicas destinadas a encontrar medios eficaces para controlar las caries que no fueran la restricción de la ingesta de carbohidratos. Las tabacaleras intentaron vincular la adicción con factores genéticos. Un caso más reciente son las investigaciones ligadas, antes a Monsanto, y hoy a Bayer que afirman que el glifosato no es cancerígeno.
Estos ejemplos ponen de relieve el impacto directo que puede tener el financiamiento privado sobre la investigación pública. Su limitación es que poco nos dicen de aquellas investigaciones que no son financiadas directamente por privados. ¿Quién decide acerca de su orientación, qué temas se priorizan o cómo éstos son abordados? La agenda de investigación no sólo determina lo que se investiga, sino también qué temas se marginan y se dejan sin financiamiento. Más allá de sus conexiones directas entre empresas e institutos de investigación o universidades públicas, ¿influyen las corporaciones privadas en estas decisiones?
El grupo investigador ha realizado un análisis del contenido y de la afiliación de les autores de 95.415 artículos científicos publicados en las revistas de mayor factor de impacto dentro del área de la salud y las ciencias biomédicas entre 1999 y 2018. Más allá de las reservas de los autores respecto de juzgar la calidad de un trabajo de investigación en función del factor de impacto, las revistas que lideran el ranking de este indicador son aquellas que cuentan con las publicaciones más citadas dentro de una disciplina. Esto es un indicio de su mayor influencia relativa, en el caso que les ocupan, en el área de salud y biomedicina.
Para construir las redes de coautorías a nivel institucional el grupo de investigadores ha utilizado técnicas de análisis de big data y para extraer el contenido central de estas publicaciones han utilizado minería de datos. La definición de «agenda» de la cual se han valido es la que concibe como el conjunto de temas compartidos que resulta predominante en una comunidad: la expresión concreta de un discurso dominante que regula y evalúa aquello que circula (o que no circula).
En el caso que los ocupa, la agenda de investigación es definida como el conjunto de temas predominantes de la comunidad de investigadores de la salud y las ciencias biomédicas. Al centrarse en las revistas con mayor factor de impacto, el grupo asumió una influencia normativa de estas revistas sobre toda la comunidad científica de esta área de investigación. Al regular qué se publica (o no), dichas revistas contribuyen a determinar las condiciones materiales para el trabajo en una línea de investigación. Quienes más publican en estas revistas tienen una posición de enunciación privilegiada en esta comunidad, son más leídos/as y citados/as; sus temas se establecen como importantes. Sus discursos circulan más y son jerarquizados a la hora de determinar la agenda global.
Quién decide la agenda de investigación
Los resultados a los que han arrivado revelan que las agendas de investigación de las grandes empresas farmacéuticas, entre ellas Roche, GlaxoSmithKline, Pfizer, Merck, AstraZeneca y Amgen Inc., están entrelazadas con las de las principales instituciones académicas de los países centrales. Su influencia, además, ha aumentado en los últimos diez años. Esto implica que las empresas farmacéuticas influyen en la orientación de la agenda de investigaciones en salud más allá de sus colaboraciones directas y más allá del financiamiento que otorgan a universidades y organismos de investigación públicos.
Han encontrado también que la agenda dominante se concentra en la intervención terapéutica, y específicamente farmacológica, incluido el uso de nuevos medicamentos o técnicas innovadoras de biología molecular. El resultado es una agenda de investigación reduccionista -subrayan los investigadores-, dominada por una perspectiva centrada en los abordajes de la biología molecular y celular. En materia de enfermedades, se da prioridad al cáncer y a enfermedades del sistema cardiovascular frente a otras patologías. Este resultado no debería sorprender. Las grandes empresas farmacéuticas anunciaron hace unos diez años un giro hacia enfermedades más rentables como el cáncer.
¿Qué queda afuera de la agenda de investigación dominante?
Si bien el cáncer y las enfermedades cardiovasculares se encuentran entre las diez primeras causas de muerte a nivel mundial y, por lo tanto, era de esperar un predominio de estos temas en la agenda global, cabe destacar que otras causas de muerte muy prevalentes, como las enfermedades respiratorias, diarreicas e infecciosas, se encuentran notablemente subrepresentadas en dicha agenda.
El trabajo ha revelado, en particular, una ausencia casi total de publicaciones referidas a enfermedades infecciosas y provocadas por virus patógenos (como el SARS-CoV-1 y el MERS-CoV), bacterias u otros microorganismos y vectores biológicos (por ejemplo, murciélagos). Estos resultados proveen evidencia a la creencia generalizada de que existe un cúmulo de enfermedades que son marginadas de la agenda de investigación global en salud.
Si estos temas hubieran tenido mayor espacio en la agenda predominante del sector, no es para nada descabellado pensar que se habrían aumentado las chances de producir antecedentes valiosos para prevenir o tratar la actual Covid-19 de manera más eficaz.
«Curiosamente, algunos de los pocos artículos publicados antes del brote de Covid-19 que alertaban de la existencia de grandes reservorios de Coronavirus en los murciélagos y preveían una «bomba de tiempo» en las interacciones entre humanos y murciélagos, se publicaron en revistas que no pertenecen a las de mayor factor de impacto».
En general, el trabajo de los investigadores muestra que las investigaciones sobre prevención, determinantes sociales de la salud y la evaluación de los factores socio ambientales que influyen en la aparición o la progresión de enfermedades, resultaron insignificantes en la agenda global dominante.
Un ejemplo paradigmático -destacan sus autores- de este entrelazamiento entre reduccionismo e intervención médica ha sido el Proyecto Genoma Humano (PGH). En 1992, el genetista Walter Gilbert, galardonado con el premio Nobel, afirmó que «se pueden poner tres mil millones de bases de la secuencia de ADN en un solo disco compacto y uno podrá sacar un CD del bolsillo y decir: ‘Aquí hay un ser humano; soy yo’”. La reducción del propio ser, de «nuestro cuerpo, mente y emociones a la secuencia de nuestros genes correlaciona con la promesa incumplida de que la secuencia de todos los genes humanos también albergaba la cura de todas las enfermedades conocidas». No es casualidad que este proyecto haya sido el que más financiamiento obtuvo en la historia de la biología.
Hacer negocios con la salud
Este escenario se completa con la apropiación privada de los resultados alcanzados, incluso cuando las investigaciones fueron financiadas principalmente con fondos públicos. Tal es el caso, por ejemplo, de la vacuna que produce y vende AstraZeneca, la cual fue íntegramente desarrollada en la Universidad de Oxford con un 97% de fondos públicos.
La privatización del conocimiento muestra su cara más dura en la actualidad. Con 15 vacunas aprobadas, siete de ellas de emergencia -la primera hace cinco meses-, menos del cinco por ciento de la población mundial está completamente vacunada. Además, la distribución de este número es elocuente: en los países de mayor ingreso per cápita han recibido la vacuna una de cada cuatro personas mientras que en los de menor ingreso, una de cada 500. En este contexto, mientras buena parte de la humanidad queda sumergida en la pobreza, muchas de las farmacéuticas mencionadas no sólo no han entrado en crisis sino que son parte del selecto grupo de corporaciones que más prosperaron durante la pandemia.
Superar el modelo científico hegemónico y sus lógicas competitivas y mercantilizadoras
Mark Fisher señala en “Realismo capitalista” que “la noción de enfermedad mental como un problema químico o biológico individual posee ventajas enormes para el capitalismo”. Afirma que mientras abre un mercado lucrativo para las grandes farmacéuticas, refuerza la construcción social de un sujeto aislado que es responsable por sus enfermedades. Subyace un discurso en el cual es la propia naturaleza individual la que enferma y allí aparecen los productos de las farmacéuticas para curarnos. Este trabajo permite asomarnos a uno de los aspectos de esta mecánica extorsiva. Quizás la forma de superarla sea, justamente, abandonar el aislamiento fomentado por esos mismos actores en las formas de producción de conocimiento.
Quizás debamos superar la competencia entre investigadores y emprender una profunda redefinición de los sistemas académicos de evaluación que nos instan a competir. Así, quizás, logremos desterrar esa búsqueda de vínculos con privados que se ofrece como solución sin dar cuenta de sus consecuencias en materia de marginación de temas de investigación centrales para la salud.
«Superar esta y las siguientes pandemias no sólo requerirá modificar los regímenes de propiedad intelectual, sino también repensar cómo y quiénes fijan las agendas de investigación en salud y biomedicina».
Habrá que pasar de un sistema que ataca las consecuencias a uno que previene y revierte causas: «un sistema que priorice a la salud como derecho y no como negocio, que garantice el acceso a la salud de toda la humanidad por sobre el rédito privado y que defina sus agendas de investigación no de acuerdo a qué enfermedad es más rentable sino en función de resolver las urgencias sanitarias y detectar (y desactivar) los contextos extractivistas, destructivos y contaminantes que propician el origen zoonótico de epidemias y pandemias».
En síntesis, consideramos a nuestro trabajo como una prueba de la existencia de un discurso científico dominante, en el que ciertos actores privilegiados definen la agenda de investigación. Apostamos a la construcción de discursos emergentes, que postulen nuevos ejes de valoración de los trabajos científicos ycoloquen en primer lugar la salud de nuestros territorios, con los seres vivos (humanos y no humanos) que lo habitan. Esta nueva agenda de investigación, dado el carácter de los problemas que debe resolver, exige aproximaciones interdisciplinarias que fomenten la cooperación entre saberes académicos y comunitarios. Argentina tiene experiencia en este tipo de investigaciones, es hora de ponerlas en agenda.
Fuente: Tierra Viva