Por Helga Mariel Soto

El derecho a la educación de las mujeres siempre estuvo sujeto a debate. A diferencia de los varones, nunca se dio por sentado que merecíamos aprender más cosas que leer, rezar y bordar. En la historia universal, muchas mujeres desafiaron esta noción aportando su granito de arena para lograr una educación lo más igualitaria posible.

En la historia argentina, una mujer se destaca por su incansable y temprano trabajo. Juana Manso nació en 1819 en lo que es hoy el barrio de Montserrat. Su padre era español y había participado del mundo político desde la Revolución de Mayo. De su madre se sabe muy poco, cosa bastante común en la época dados los arquetipos de lo que debía ser una madre y esposa. Desde chica, su familia le inculcó la lectura en español y en otros idiomas, aunque ir a la escuela era difícil y hasta aburrido para ella.

A sus diez años, su familia debió exiliarse a Montevideo por enemistades con el gobierno de Rosas y es ahí donde comenzó a traducir y escribir. Ya de edad adulta, se instaló en Brasil con su marido aunque viajaron también por Estados Unidos y Cuba. Una vida realmente singular para una mujer de la época. Juana nunca abandonó su interés por la educación de las mujeres y enseñó a jóvenes en cada lugar al que viajó.

En Brasil, fundó en 1852 O Jornal das Senhoras, una de las primeras publicaciones de la región dedicada a las mujeres. En esta se escribía sobre temas como artes, modas y educación de las mujeres y además se realizaba un intercambio con las lectoras.

En 1854 replicó este mismo periódico en Argentina, con el nombre de Álbum de Señoritas, en el que abordó tópicos similares. En el primer número escribió sobre la emancipación de la mujer:

«¿Por qué se condena su inteligencia a la noche densa y perpetua de la ignorancia? ¿Por qué se ahoga en su corazón desde los más tiernos años la conciencia de su individualismo, de su dignidad como ser que piensa y siente, repitiéndole: “no te perteneces a ti misma, eres cosa y no mujer”? ¿Por qué reducirla al estado de la hembra cuya, única misión es perpetuar la raza?[…] ¿Por qué cerrarles las veredas de la ciencia, de las artes, de la industria, y así hasta la del trabajo, no dejándole otro pan que el de la miseria, o el otro mil veces horrible de la infamia?».

Más adelante también publicó bajo un seudónimo La flor del aire, en donde estaba a cargo de la sección Mujeres Ilustres de América del Sud, segmento que divulgaba sobre las vidas de las mujeres de la historia que habían quedado en el olvido.

Durante los sesenta se carteó con Sarmiento (quien se convertiría en su amigo) discutiendo temas de educación y también con Mary Mann, educadora estadounidense.

Ya vuelta en Argentina se dedicó plenamente a la educación. Fue designada por Sarmiento como directora de la primera escuela mixta y se destacó en su rol. En la escuela promovió la enseñanza de la música, el baile, la actividad física y decidió eliminar los castigos físicos, apostando por una educación más empática.

También escribió el primer manual de historia argentina para el ámbito escolar, Compendio de la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sumando otro título a su largo listado de trabajos. Consideraba que la escuela era su familia y siempre estuvo comprometida a una educación laica, científica y mixta, ya que creía que la educación «no tenía sexo».

Además de haber sido una gran educadora, su producción es muy amplia y variada. Desde periódicos de su propia fundación hasta sus participaciones en otras publicaciones nacionales, también escribió novelas, poemas y ensayos.

Con ojos contemporáneos, vemos la vida de Juana y no podemos evitar sentir admiración. Por eso, cuando tenemos en consideración su contexto histórico, es imposible no sorprenderse con su inteligencia, tenacidad y amor por el conocimiento.

Fuente: Escritura Feminista

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